Memorias de un Warro.
A mis 48 años en lugar de esperar la tranquilidad de la muerte, decidí festejar premiándome con una doncella virgen, así que recurrí “una amiga” de correrías llamada Rosa Cabarcas, que decía que la moral es cosa del tiempo, y yo siendo un hombre de principios, ahora la entiendo
-¡Ay mi sabio triste!, contesto el teléfono, ¿Cómo una virgen y urgente?, ¿Qué te quieres probar?, ¡En fin! Luego te llamo Yo esperé muy inquieto su llamada, pues vivo solo, nunca me casé, vivo solo donde vivieron y murieron mis padres, vendiendo todo con el paso del tiempo, trabaje 40 años en el diario de la Paz, yo completaba en prosa indígena las noticias del mundo que atrapábamos al vuelo en el espacio sideral por las ondas o en código morse, ahora vivo de mi pensión, soy maestro de gramática castellana y latina, escribo en la nota dominical durante 50 años, era viernes, los síntomas del amanecer habían sido perfectos para no ser feliz, me dolían los huesos y me ardía el culo, con tanto trueno no podía dormir, al amanecer fui al doctor y me encontró perfecto, creo estar condenado a la juventud eterna, pero me preocupa un día que desayune dos veces porque se me olvido, nunca me acosté con ninguna mujer sin pagarle, la única relación extraña, fue con Damiana mi sirvienta, quien tome por sorpresa y de reversa, siempre fue así, ella siguió siendo virgen toda su vida, fui maestro y muy malo, le pegaba a mi alumnos, ellos me apodaban “El profesor mustio Collado”, mis pensamientos se interrumpieron por el teléfono, era la voz oxidada de Rosa
-¡Oye, tienes suerte de bobo! Encontré una pavita de 14 años y a las diez de la noche ya me encontraba en la casa de Rosa con dos pasos para la cama, cuatro para la dueña y tres para la niña, cuando Rosa me vio, me dijo, ¡Por ti no pasa el tiempo! Yo le conteste, ¡por ti si, pero para bien!, “ya estaba chimuela, vieja y fea”, bueno, pase al cuarto y la niña estaba dormida, Rosa le dio un té de Valeriana y Tila, la vi acostada, era delgada, morena, de pelo rizado, me acosté a su lado y me dispuse a contemplarla toda la noche y no despertó, me fui a mi casa sin tocarla, al otro día Rosa me hablo para decirme que la noche siguiente estaría esperándome y volví, pero la encontré igual, dormida, y le conté al oído “la canción de Delgadina, de los Ángeles esta rodeada”, la acaricie toda la noche y no despertó, ya la amaba, por todos lados la vía, la tercera vez, llegue a la casa de Rosa, la niña estaba esperándome dormida como siempre, pero yo la acariciaba, de repente, oí gritos de Rosa, ayúdame, mataron a un hombre en un cuarto, lo sacamos arrastrando a la calle, la niña se quedó sola en el cuarto, me fui a mi casa y ya no supe de ella, las busque y nunca las encontré. Después de mucho tiempo Rosa Cabarcas me llamo y me dijo que ya estaba con ella y que me esperaba, ella dormía, pero olía a perfume, traía rojos los labios, y sus senos ya no cabían en mi mano, de repente vi su ropa de noche y grite como loco, rompí todo lo que estaba a mi paso, desgraciada Rosa, le vendió su virginidad a un licenciado y se fue para salvarse de la muerte del contador, por eso no las encontraba, ella entro de repente, que te pasa, me grito, ya, ya se que los celos saben más que la verdad, hambre olvida todo, ella te ama, paso el tiempo y le propuse a Rosa comprarle la tienda, ella me dijo que mejor quien se muriera primero, heredara al otro, y este a su vez, se lo dejaría todo a Delgadina, le dije, crees que este de acuerdo ella,
-“Ay mi sabio triste, esta bien que estés viejo pero no [pen...]”, dijo Rosa riéndose, ella esta lela de morir por ti.
Salí a la calle feliz, por fin la vida real, con mi corazón a salvo y condenado a morir de buen amor en la agonía feliz cualquier día después de mis cien años ...
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