La Genetica en la Infidelidad de las Mujeres
“No todas las mujeres son infieles, pero, de acuerdo con nuestro estudio sí están preparadas genéticaente para serlo. Este es el factor más importante dentro de la infidelidad: un 40%”. El estudio realizado por Spector (sobre 1.600 parejas de gemelas) demuestra que la infidelidad femenina se encuentra bajo una considerable influencia genética y, por ello, la conclusión lógica es que este comportamiento persiste “porque es evolutivamente ventajoso para la mujer”, según palabras del propio Spector.
En este sentido, estudios de ciertas tribus indígenas han demostrado que las mujeres que eligen a varios hombres para procrear son más fértiles, y sus hijos tienen mayor índice de supervivencia. La estrategia sería, por lo tanto, la siguiente:
Una vez que una mujer ha establecido una relación duradera con una pareja con quien es socialmente monógama, la fidelidad s*xual no es, necesariamente, ventajosa para ella; a menos que su pareja sea el mejor dotado genéticamente, o que el riesgo de ser infiel sea mayor que el beneficio. Así, desde un punto de vista evolutivo, la mejor estrategia para una mujer sería buscar aman.te con una carga genética distinta, si el riesgo fuese mínimo. Esto obligaría al hombre a agachar la cabeza, de no ser porque la naturaleza es sabia.
“Esta estrategia solo funciona con un número reducido de mujeres. Si existiera un grado excesivo de infidelidad femenina”, asegura Spector, “los hombres se darían cuenta. Con la consecuencia del abandono e incluso el asesinato de mama y cría. De este modo, un equilibrio entre fieles e infieles, entre castas y promiscuas en la población, puede ser una estrategia clave en el éxito de nuestra especie”.
Pero no solo de genética vive la mujer. Un estudio realizado por los profesores Steven Gangestad, Randy Thornhill y Christine Garver, de la Universidad de Nuevo México, ha demostrado que las mujeres son s*xual más activas pocos días antes, durante y después de su período de ovulación. Ese no sería un problema si el interés se manifestara hacia su pareja. Pero no. “Los resultados muestran que las mujeres presentaron mayor interés s*xual y fantasías hacia el resto de los hombres –no hacia su pareja– cuando son fértiles que cuando no lo son”, comentan Gangestad y Thornhill. Las estadísticas de infidelidad son… fieles a la teoría, pero infieles en la práctica. Para comprender esto, basta saber que para el 50% de las mujeres el cibersexo no es infidelidad (el 80% de los hombres piensa igual).
Y es que el engaño puede tener varias caras, aparte del s*xo internáutico. Un 81% de las mujeres confiesa que coquetea con sus cuñados, y dos de cada tres aseguran que tienen pensamientos s*xual con ellos… ¿Acaso es esto infidelidad? Los investigadores distinguen diferentes tipos de devaneos s*xual: el informático (que no va más allá de una webcam), el inocente (que no sobrepasa el coqueteo), el platónico (que no pasa del morreo) y el “plutónico” (que es infidelidad aquí y en cualquier otro planeta). Por eso son tan variadas las cifras a la hora de estudiarlas.
Una reciente investigación del Journal of Couple and Relationship Therapy asegura que entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles. Para la $e×óloga Janis Springs, autora de After the affaire, la infidelidad afecta a casi un tercio de las parejas. En promedio, las estadísticas de infidelidad aseguran que el 60% de los hombres son infieles, y que el 40% de mujeres les sigue los pasos. Esto hace pensar que si solo la mitad de las mujeres que son infieles, es decir un 20%, tiene un asuntillo con algún soltero, mientras que resulta que en el 80% de los matrimonios uno de sus miembros tiene una aventura con un cuñado(a). Para Sexole, el primer estudio sobre conductas y preferencias s*xual de usuarios de internet en España, las mujeres son más infieles que los hombres (50% frente al 44%) y también más apasionadas: un 65% exterioriza más las emociones en el momento del clímax, frente a un 27%.
Pese a la diferencia en las cifras, todas concuerdan en las tendencias. Mientras la infidelidad masculina se mantiene en una meseta del 50%, la femenina, desde hace unos 20 años, se ha “popularizado” hasta alcanzar –y quizá, gobernar– el hasta ahora feudo masculino del engaño. La periodista francesa Janick de Oliveira Cézar ha escrito, tras 5 años de investigación, el libro ‘Infidelidad’. Para ella, la razón de este incremento de la traición femenina es clara: “Ellas ahora tienen las mismas oportunidades que los varones. Muchas trabajan, y el lugar por excelencia para que se genere un engaño siempre fue el trabajo”. Cuando le preguntamos sobre la carga genética dentro de la infidelidad, Oliveira respondió: “Muchos se sorprenden al enterarse de que las mujeres tienen un gen que las lleva a ser infieles.
La antropóloga Helen Fisher lo describe fantásticamente en uno de sus libros: en muchas especies de animales (entre ellas, varias clases de simios), las hembras se escabullen por los matorrales con los más jóvenes”. Para explícitos, los animales. Menos del 5% de los mamíferos son fieles. Y tampoco estos lo llevan muy bien. Los machos de algunas aves, por ejemplo, cuando ven que su compañera está en conciliábulo s*xual, vuelan directamente hacia el pretendiente y lo liquidan. A continuación, inseminan a la hembra. Los que no llegan a tal extremo de celos también tienen sus estrategias. Si un macho de rata o de mono, por ejemplo, ve a su pareja apareándose con otro, la vuelve a inseminar de inmediato. Esta es la razón por la que las ratas, los monos y los hombres, para qué negarlo, se excitan s*xual al observar a otra pareja realizando el acto s*xual.
Más allá de las cifras y la genética, la realidad es que la infidelidad, vista como el engaño a una pareja, es una cuestión cultural. Son muchas las sociedades en las cuales las mujeres pueden tener varios aman.te y que esto resulte beneficioso, o al menos aceptado, por sus miembros: los pahari del norte de la India, los inuit, los surui de Brasil, los mosuo de China y algunas tribus del África subsahariana y de Nueva Zelanda. También los primeros habitantes de las Canarias, los guanches, la practicaban. Lástima que se hayan extinguido. Y suerte que soy soltero.
Saludos.
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