El origen concreto de estos grupos -templarios, cátaros, la dinastía Merovingia o el Priorato de Sión- son las ordenes religiosas, la mayoría de ellas con una cara visible y pública y otra invisible a la que solo accedían ciertos iniciados, y en la que se conservaban las tradiciones esotéricas y secretas por las que, en su mayoría, fueron juzgadas, torturadas y aniquiladas por la propia Iglesia, con su poder absoluto y a la que estaban sometidos; surgen como guardianes de la descendencia de Jesús pero parece ser que no se debe a cuestiones religiosas, sino políticas, ya que conservando y protegiendo a la descendencia se asegurarían que antes o después reinstaurarían el rey legitimo en el trono de Israel.
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