..Al amanecer del día siguiente, es decir el martes santo, el
cacique y una multitud de indios jóvenes, viejos, mujeres y niños
llegaron a Uxmal, aquél manda abrir las trojes, y reparte maíz no
sólo a los de Nohcacab, sino a muchos más de Dzitbalché que iban
llegando a la hacienda, atraídos por la noticia de lo que en ella
sucedía, y también a individuos de Sacalum que incluso presentaban
ante el escribano Gerónimo Yzá recibos del maíz que habían
entregado por concepto de arrendamiento a Simón Peón. Tan
sólo este día sacrificaron más de cincuenta cabezas de ganado,
cuya carne se distribuyó entre todos. También se llevaron muchas
reses en pie e incluso vendieron algunas a vecinos de Nohcacab.
Se acarreó maíz a la casa pública y a la de varios cabecillas de ese
pueblo. Los de la república de Tixhualahtún hicieron lo propio
tomando maíz que vendieron, además de diez cargas que reservaron
para llevar a su pueblo. Un cálculo aproximado sobre estos
dos días, arroja que se extrajeron más de mil cargas de maíz y se
sacrificaron o llevaron cerca de doscientas reses, amén de que la
matanza continuó hasta el domingo.
El mismo martes, aprehendieron al vaquero de Uxmal Bacilio
Coyí, a quien condujeron a una pieza atado de las muñecas, le
cuelgan en un hamaquero con los pies a media vara de la tierra,
le dan doce o quince azotes y le dejan colgado el resto del día
hasta que en la noche fue trasladado al oratorio de la hacienda,
que a la postre sería la antesala de su muerte.
En la tarde de ese mismo día martes, el cacique de Tixhualahtún,
Laureano Abán, después de encomendar a cuatro indígenas la
custodia de los presos, salió con los de su república para la hacienda
Chetulix, donde continuaron el saqueo, extrajeron cinco mulas,
diez caballos rosines y también mataron ganado. El cacique
Apolonio Ché, por su parte, se había dirigido a Nohcacab.
El miércoles santo por la mañana hizo su arribo a Uxmal
Domingo Cen, uno de los hombres del cacique de Tixhualahtún,
a quien este envió desde Chetulix con seis cargas de maíz para
los que se quedaron en la primera hacienda. Al mismo tiempo
arribó José Antonio Romero, quien por encargo de la mujer del
mayordomo Castillo había ido desde Muña a saber si era cierto la
captura de éste, pero Romero es también capturado por orden
de Cen y es encerrado en la misma prisión del vaquero Coyí.
Entre las once o doce de la mañana de ese día, Cen ordena al
custodio Antonio Tacú abrir la habitación de Castillo, entra a
ella acompañado de Gerónimo Yzá y Francisco Javier Keb estos
armados con cuchillos, interrogan al mayordomo sobre el paradero
de don Simón Peón, y después de responderles que lo
ignoraba y rogarles por su vida, Cen le propina varios machetazos
en todo el cuerpo, arroja el cadáver a la puerta de la prisión y
previene a su compañero Yzá que le corte la cabeza lo cual este
ejecuta, seguidamente Cen razga las vestiduras al cadáver y le
arranca las partes genitales. Luego se dirigen a la habitación
donde estaban prisioneros Coyí y Romero a quienes también
asesta Cen múltiples machetazos, hace que Yzá y Keb les cercene
la cabeza, y él mismo corta a los cuerpos el escroto y los
testículos. Por último manda arrojar los cadáveres en un rincón
de la manga de la hacienda y abandona Uxmal para reunirse
nuevamente con su cacique en Chetulix.
Cuando esto ucedía en Uxmal, el cacique de Nohcacab, al
frente de más de ciento cincuenta indios, se presentó ante Esteban
Medina, alcalde 2o de aquel pueblo y le obliga a darle dos
pasaportes, según él, para conducir maíz y ganado a Mérida
donde ya se encontraban las fuerzas del coronel Gamboa, y un
oficio para llevar a dos “centralistas” presos en Uxmal (se refería
al mayordomo Castillo y al vaquero Coyí, pues no sabía que
fueron ultimados por Cen). El alcalde sin otra alternativa sucumbe,
pues el pueblo estaba muy excitado por el cacique Apolonio
Ché, y los pocos que habían puesto en entredicho las órdenes de
este habían sido puestos en prisión.
En la tarde de ese mismo día, llegaron a Nohcacab los que
estaban en Chetulix y se alojaron en la casa de Juan José Dzib,
teniente de la república de Nohcacab. Por la noche, el cacique
Apolonio Ché recibió una carta de los cuatro custodios que
estaban en Uxmal, en la que le hicieron saber de las muertes.
Ante tal noticia reúne a los de su república y a otros de
Tixhualahtún, algunos armados con fusiles, se presenta de nuevo
al alcalde y le exige que este proporcione una ayuda de vecinos
para que fuesen a Uxmal a impedir que los alcaldes de Muña, a
cuya jurisdicción pertenecía dicha hacienda, aprehendiesen a los
que allí se encontraban.
El alcalde fingió ser partidario de los amotinados y le manifestó
al cacique que estaba de acuerdo en proporcionar dicho auxilio,
pero que era necesario proveer a los vecinos de las escopetas
que tenían los indios, así como de municiones. Enseguida el
cacique Ché proporcionó media arroba de plomo y su respectiva
pólvora y otra arroba que tenía en su casa. Armados ya los cívicos
con doce o quince fusiles de los indígenas presentes, amagaron a
éstos y el alcalde puso en prisión al cacique Ché y a siete u ocho
“orientales” entre los que estaban Domingo Cen, a quien se le
decomisó el machete con el que dio la muerte a Castillo, Coyí y
Romero. Sin embargo a la media noche, por orden del mismo
cacique, se reunieron más de cuatrocientos indios para liberar a
los presos, quienes burlándose de los custodios del cuartel abandonaron
la cárcel y se unieron a los del tumulto.
Luego se dirigieron a la casa del teniente Juan José Dzib, y de
allí salieron para Chetulix, que se hallaba en el mismo camino que
conducía a Muña, en esa hacienda pasaron la noche, y todo el día
del jueves se mantuvieron en actitud tumultuosa: por la noche
estando de nuevo en la casa de Dzib, el cacique Apolonio Ché
dispuso formar un acta para informar a Gamboa de que los
“orientales habían matado, todos juntos, a tres centralistas”. Al
día siguiente dispuso ir a Mérida a llevar maíz y dinero para las
fuerzas de don Pastor Gamboa y, sintiéndose dueño de la situación,
previno al alcalde Medina, dejase cuatro hombres para que
cuidasen la hacienda Uxmal, recomendándole que tuviese especial
cuidado con el maíz y los caballos, pero que permitiese matar
ganado y llevar la carne a cuantos llegasen a la hacienda; emprendió
su viaje a la capital con más de cincuenta indios de Nohcacab.
...un contexto mas amplio...
Responder
|