Era feliz con Efraim, me encontraba bien entre sus brazos. Me sentía maravillosa, ese hombre sabía el punto exacto donde se despertaban todos mis sentidos. No quería apartarme de él nunca. Efraim y yo, éramos de dos religiones distintas, diferente cultura, tiempo y época, pero nos hallábamos muy bien con nosotros mismos. Yo hablaba todo el tiempo, él me escuchaba y sonreía. Mi niña bonita, me decía. Me abrazaba tan fuerte que yo lo olvidaba todo, todo. Compartíamos también, preciosos silencios. Yo quería todo lo bueno para él, limpiaba muy bien la casa, lavaba y plancha a su ropa, preparaba comida y postre. Me sentía bien como ama de casa, cuidando del hogar. Los dias difíciles habían pasado. Me gustaba amarlo, y lo amaba mucho, demasiado diría yo. Admiraba su labor y su dedicación en la iglesia. Yo tenía una relación diferente con Dios, distinta a la de Efraim. Vamos nunca he sido religiosa, no engañarme a nadie. Pero si, creo en Dios, con la misma certeza con la que sé que todos los días sale el sol...
Responder
|