Uuuu... este lo escribí en mi blog hace un buen, pero como no he escrito material nuevo últimamente, pues ahí les va y a ver si les gusta.
Todo sucedió durante un día lunes del año de nuestro señor Lucifugiorrofocale 2007 en la ciudad de Guadalajara. Salí como a las siete de la noche del pub de la zona de Chapultepec (a la que algunos todavía nos referimos en veces cariñosamente como Lafayette) en el que trabajaba de cocinero después de surtir el refri y dejar marinando las alitas y costillitas. Los lunes no abriamos, así que era una de mis únicas dos noches libres de la semana y decidí visitar a mi amiga en el billar en el que trabajaba de mesera, que casualmente estaba a la vuelta. Este billar es muy liberal en cuanto a servicio así que me era posible pasar la noche platicando con ella sentados en la barra, aprovechando que no estaba su esposo presente. Mi ex-novia es mi mejor amiga, hago la aclaración para aquellos que sostienen que el término Ex es un eufemismo (esa es la palabra que aprendí hoy); a mi me ha sido imposible siempre terminar mal con mis novias, las quise, quiero y querré toda la vida sin importar si no cogen conmigo. El esposo de mi amiga es muy tolerante y mucho menos celoso que yo, pero no es lo mismo estar con ella a solas que tan sólo presenciar como su esposo la manosea cada instante.
Me puse pedísimo con incontables micheladas litronas y antes de irme me despedí de mi ex oliendo anhelante su hombro y su cuello en frente de todo mundo como si creyera que estaba hecha de cocaina, lo que después la metería en problemas, como me lo hizo saber al cabo de unos días... pero poco me importó, porque para entonces otra mujer se había tragado y cagado mi corazón. (suspenso)
—En el trabajo NO, cabrón —me dijo empujándome hacia la salida. Así que me largué a toda prisa extrañado de la cara de decepción y enfado que todos pusieron. ¡Llamen a la policía, un pervertido está olfateando a las meseras! No ma.... Me sentía más incomprendido que Jaime Duende. Pasaban de las once y tuve que enfrentar el hecho de que no iba a alcanzar el último autobús de la linea cardenal para trasladarme a mi casa. Y para rematar se me habían terminado los cigarros. Me dirigí al 7-11 de avenida Vallarta y Chapultepec y vi a una atractiva morena de pie afuera del establecimiento. Conforme me acerqué hice como si se tratara de la mismísima mujer invisible porque supuse que me sería imposible exáminarla en detalle haciendo al mismo tiempo gala de sutileza y subterfugio en tan etílico estado. Entré en la tienda y saludé al personal como siempre, esa noche no me sentía en condiciones de platicar con ellos como hacía en ocasiones desde que llegué una madrugada zapateando y rechinando los dientes anunciando a todo mundo que era una hermosa noche y que estaba pedísimo y bien perico y que la vida es maravillosa y que quería una coca-cola de dos litros y tres paquetes de marlboro si me hacen favor (todavía conservo un amigo de esa experiencia, un morro autodenominado *** de dieciseis años que gusta de pasar las noches en ese 7-11 porque no lo dejan entrar a los bares y cuyas aventuras eróticas opacan con facilidad a las mías y las de quien sea que yo conozca, pero el pobre apenas si sabe escribir su nombre, que desperdicio de talento, pero se lo perdono porque toma fotos y me las pasa por [ prohibido ], el condenado sátiro adolescente gigoló). Salí con mis cigarros y me detuve junto a la morena para encender uno y comprobar que no fuera un espejismo. Descubrí que me observaba y no desviaba la mirada cuando me fijé en ella, le sonreí y dije:
—Hola.
—Hola —respondió ella devolviéndome la sonrisa. A esas alturas le concedí todo el control de la situación a mi cuerpo y a mis reflejos, porque mi cerebro es tan ingenioso que podría haber intentado forzosamente aparentar que soy cool y entonces sí, cualquier esperanza de agradarle a la chica se habría ido por el retrete en un parpadeo.
—¿Cigarro? —le ofrecí tan cortés y casualmente como pude. Ella lo aceptó y acto seguido se lo encendí analizando a conciencia sus bellas y finas facciones bajo la luz del encendedor, no fuera a ser como aquella vez que salí de una rave con los sesos llenos de ácido y una voluntariosa jovencita que al bailar me había parecido pasable, para que a la mañana siguiente... ¡Atiza! No quiero ni acordarme. Regresando a la morena del seven, debía medir menos de 1.60m., con cabello negro y ondulado, ojos grandes y oscuros, cuerpo esbelto y piernas largas para su altura; llevaba puesta una chamarra negra con cuello de pelos, un pantalón ajustado como de uniforme de secundaria y gigantescas botas matavíboras sobrenutridas de hebillas.
—Y... ¿qué haces? —le pregunté.
—Estoy esperando... pensando donde me voy a quedar.
—Oye —le solté evitando pensar en lo posible—, no tienes porque pasar la noche aquí sola. Voy a tomar un taxi, vivo sólo en mi casa, está como a cinco cuadras de plaza galerías y, este... aunque no tengo mucho, por lo menos puedes pasar la noche en una cama.
—Mmm... —todavía lo meditó la morra... Yo solo me decía a mí mismo "¡[pen...] [pen...] [pen...] [pen...]! ¡bravo, perfecto modo de echarlo a perder, eres todo un astuto maestro de la antiseducción, otra noche de chaqueta te espera como premio, bravo, bravo!" pero la morra de repente me contesta—... Bueno. ¿Porqué no?
¡PAUUUUUUUUUUUUUSA! Un momentito, por favor. Estudiemos la situación. En la vida real no se supone que funcionen así las cosas. Quiero decir, ¿ya, así de fácil? Había algo muuuuy sospechoso en todo esto. Quise tomarla de los hombros y sacudirla para sacarle la verdad. ¿De qué se trata esto? ¿Me vas a robar? ¿Secuestrar? ¿Me vas a drogar para extirparme mis órganos y ponerlos en venta en el mercado negro del hospital civil? ¿Eres hombre? ¿Eras hombre? ¿Tu tio te pegó el SIDA y quieres extender tu venganza sobre el resto de los hombres? ¿Me vas a cobrar? ¿Entré en otra dimensión? ¿He desarrollado poderes telepáticos jedi? ¿Te contrataron mis amigos? (menos probable que la telepatía, esto último, antes la habrían contratado para ellos, los vírgenes) ¿Dónde está la cámara?... Fuera por la razón que fuera, ya había aceptado mi oferta y tendría que averiguarlo del único modo posible. Excepto preguntando, claro.
Casi la llevé cargando al primer taxi zopilote que asomó su codiciosa... defensa, o cofre, la cara, vamos. Abordo del carro de sitio le pregunté su nombre, me parece oir todavía su dulce voz respondiendo "Grecia", que hermoso nombre, no recuerdo haber conocido a ninguna Grecia antes. Ah, su voz, es lo que más me gustó, era tan real, ¡tan increiblemente ideal! Antes de ir a casa pasamos por otro 7-11 en Rafael Sanzio por dos sixes de modelo o algo así y algo de comer, yo ya tenía condones dispuestos en mi casa. Me divirtió su reacción al ver la casa, el cancel era un montón de láminas sobrepuestas y atadas con alambre, no estaba pintada, mi cuarto era el único de los cinco que tenía puerta, no había cocina, no había gas, no había cristales en todas las ventanas, la yerba del patio superaba los dos pisos de la casa, solo funcionaba uno de los cuatro baños... todo estaba lleno de tierra, cemento, pintura... pudo haber creido una mentira que vivía ahí, pero cuando saludé a Lucrecia, mi (in)fiel gatita, pareció cobrar confianza. No puedo creer la suerte que tuve de que mi cuarto estuviera presentable. Puse música de lo más variado que se me ocurrió en el reproductor dvd prestado que estaba conectado a la tele prestada y pude comprobar que Grecia poseía un dominio de vocabulario superior al de cualquier otra mujer con la que he salido y un gusto músical bastante tolerante y curioso. Comenzamos a hablar de nuestras vidas y nuestros gustos, beber, comer, reir... con la naturalidad de viejos amigos. Averigué que era menor que yo por dos años, que había estudiado piano, y no sé que más. Saqué mi pipa y me puse a fumar marihuana, ella, lejos de asustarse, fumó un poco conmigo, y empezamos a comparar la lista... Ella: montonazo de medicamentos y químicos que jamás había oido ni nombrar en mi vida, antidepresivos, pastillas de dieta, calmantes, sedantes, analgésicos, además de mota, coca, E, meth... yo: mota, hongos, peyote, lsd, coca, crack, crystal, E, dramamine, cemento, butano, medicamento psiquiátrico desconocido.... y empezamos entonces a competir en lo jodida que estaba nuestra vida... yo: seguía enamorado de mi ex-novia casada a la que le regalé mi dedo meñique de la mano derecha como recuerdo de cuanto la quiero... ella: se escapó del sanatorio san juan de dios cuando entró en crisis después de abortar el hijo que iba a tener de su novio que había muerto antes de enterarse que sería padre.
Así que esa era la respuesta, eso resolvía el misterio, lo que la había hecho aceptar mi oferta, al igual que yo al cumplirla, era un total desinterés en su seguridad, una ausencia de instinto de conservación, la simple y todopoderosa creadora y destructora indiferencia. Apagué la luz y me le eché encima en ese instante. Para ese entonces ya había notado su peculiar blusa y me preguntaba como se la iba a quitar, era un corset negro de material rígido con tirantes de listón delgado, al final solo lo moví lo suficiente para liberar sus bonitas tetas y ella misma nos quitó a ambos los pantalones y los calzones. Yo estaba pescando entre el desmadre que tenía en el suelo y abajo de mi cama en busca de los condones, pero las latas de cerveza y envolturas de sabritas y recipiente de ensalada y mil estupideces más me impidieron encontrarlos, se me ocurrió pararme, prender la luz y buscarlos, pero Grecia ya me tenía agarrado del pe.ne y lo frotaba sobre su vulva para estimularlo. Comenzamos besándonos con desesperación y aún en medio del abrazo inicial la penetré lentamente. Ella aumentó el ritmo poco a poco. Me estrujó, pellizcó y rasguñó las nalgas empujándose contra mí con fuerza. Me levanté y coloqué sus rodillas casi a la altura de sus orejas y le di con todo. Ella jadeaba sin decir palabra y entonces... splurt splurt ...terminé más rápido de lo que esperaba... bueno, ahora vuelvo a seguir escribiendo, necesito un cigarro, fiú.
Nos quedamos así como estábamos, cobijados en la oscuridad, besándonos. Al final ella me dio la espalda, con su blusa/corset puesta aún, la abracé firmemente y le dije:
—Quizá te suene ñoño, pero quiero que seas mi mujer —en alguien como yo, eso es lo más parecido a una propuesta matrimonial que se puede esperar.
—No me parece ñoño —fue toda su respuesta.
El contacto con su delicioso cuerpo me exitó de nuevo y traté de penetrarla de costado, ella me pidió que lo dejásemos para el día siguiente, pero no hizo ningún esfuerzo por rechazarme. Esta vez fue más lento y cariñoso, pude sentir sus músculos contraerse alrededor de mí. La acaricié las tetas por debajo del peto estorboso que traía y le hice molinillo con mis dedos índice y medio. Le besé el cuello, la espalda, la nuca y finalmente giró un poco para besar mi boca. Cuando terminamos por segunda vez, supe que estaba enamorado. Era como si hubiera encontrado mi clón femenino. Era demasiado bueno para ser verdad. Estaba decidido a pasar el resto de mi vida junto a esa mujer sin importar que.
A la mañana siguiente llegó mi padre a seguir trabajando en la construcción de su casa, se dio cuenta de que la puerta estaba cerrada y el sabía lo que eso significaba, así que dormimos hasta cerca de las once de la mañana. Al despertar busqué mis cigarros y me encontré con los condones. Ya para qué. Nos levantamos y le puse el DVD de los cuatro fantásticos (eso quiso ver) en la tele y yo fui a conseguir algo de desayunar. Mi papá la vio y se la presenté orgulloso, era la mujer más linda de todas las que había llevado a la casa. Mientras desayunábamos ella me dijo que si su papá hubiera visto algo así en su casa se habría *** a sus hermanos, yo pensaba en las veces en las que mi padre me interrogaba por sus teorías de que si usas pelo largo y trenzas, te pintas las uñas, te maquillas los ojos y escuchas cualquier tipo de música rock, invariablemente eres gay.
—Mi jefe es bien chido —contesté. Pero en realidad solo era feliz de saber que no soy gay como mi carnal.
Fui a la tienda a comprar shampoo y jabón para ella y al regresar, mi papá me dijo que ya se había ido. La perseguí hasta alcanzarla y le pregunté porque se fue sin despedirse. Me dijo que no tenía caso. Le recordé que la quería para mí, y me dijo que me olvidara de ella, que no la buscara más.
Esa fue la última vez que la vi.
En el trabajo, mi patrón y yo fumábamos un respetable gallo para prepararnos para hacernos la idea para empezar a trabajar cuando le conté la historia. Mi amigo y dueño del bar, quien me enseñó todo lo que sé de cocina (incluyendo la loca idea de que cocinar mariguano es religiosamente necesario, opinión que deseché cuando el tiempo que pasaba atendiendo mis cortadas superaba el que me tomaba lavar toda la loza) opina al igual que todo mundo que estoy salado y que las viejas serán mi perdición.
Así sea.
Ese fin de semana mi ex-novia fue al pub y cuando traté de contarle lo sucedido se puso a reclamarme que estaba haciendo su vida en el trabajo y en su matrimonio muy difícil. Acto seguido se sentó junto a mí y platicó con nuestras amistades, puso la palma de su mano sobre mi muslo todo el tiempo. Nunca hacía eso. Pero bueno, yo nunca la había olfateado en público tampoco.
P.D.: Di no al condón.... no es cierto!!!! acuérdense, sin gorrito no hay fiesta, o era no hay pastel.... bueno, ya saben. No recomiendo el s*xo casual sin protección. Al rato van a estar narrando sus vidas impúdicamente en tapatios.com como locos sifilíticos si no se cuidan, eh? Di si al condón!
...y a la droga.
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