Tomás González Pondal
Me gusta · 20 de julio de 2018 ·
MUJICA LLEVA DE LA MANO AL ABORTO
Por Tomás I. González Pondal
Según advertencia de Mujica, los hombres que no entendemos que el aborto debe ser legalizado, debemos callarnos la boca. Textualmente: “Si son hombres que se callen la boca”. En realidad, quien no quiere ver la evidencia es él, y es por ese motivo que precisamente habla en momentos que debería callar, para así no hacer más difusiva la inhumanidad.
El engaño camina de la siguiente manera: “A ninguna mujer le gusta tener que pasar por el trance de abortar”. De ahí, luego, nos quieren proponer la legalización del aborto como algo lícito. Si Mujica reconoce que a ninguna mujer le gusta cometer un aborto, entonces que a ninguna le proponga algo que no le gusta. Eso es algo perteneciente al catálogo del sentido común. Pero el quid de la cuestión no es ni siquiera ese. No se trata de lo que le guste o no le guste a una mujer. Se trata del deber ser, y ese deber indica que nadie está facultado para arrancarle la vida a un ser humano indefenso.
Mujica sostiene que: “Mujeres pobres, aisladas y en soledad, tienen que hacerle frente a situaciones que no tienen salida y sufren un doble castigo. Un castigo de clase. Y tienen que cargar con la irresponsabilidad de los hombres”. Les encanta meter a los pobres para justificar el satánico crimen del aborto, pasando bajo silencio sepulcral, que, en cierto sentido y como ya he dicho en otros escritos, el más pobre de los seres humanos es el bebito intrauterino. Mujica dice lo que debería callar, y calla lo que debería decir: pues es notable que jamás habla de ‘niño’. Y entonces soslaya cobardemente que es la pobre criatura humana que se gesta quien se destina a recibir el inmerecido castigo de la muerte. Y por eso le invierto sus palabras: “son estos niños que aún no han nacido quienes ‘tienen que cargar con la irresponsabilidad de los hombres’ como usted, Mujica, que teniendo el deber de defenderlos los mandan a morir.”
A todos los argentinos, el “conmovido” Mujica nos hace llegar su “solidaridad”: “mi solidaridad por los que entienden estas cosas y la esperanza de que los que no entienden, en primer término, si son hombres, que se callen la boca”. La “solidaridad” entre los que favorecen la muerte, es solo una unión transitoria para la comisión de un mal. Verá, Mujica, como frustro sus esperanzas viniendo a hablar. Pierda sus esperanzas, Mujica.
No es que no entendamos, es precisamente el caso en que entendemos demasiado. Entendemos que el asesinato nunca es una salida. Entendemos que la vida de un ser humano en gestación debe ser respetada. Entendemos que el bebito intrauterino tiene derecho a vivir. Entendemos que las vidas son de Dios y Él dispone de ellas.
Entendemos también como el zurdaje y el capitalismo salvaje se dan la mano: porque Mujica le hace el caldo gordo, por caso, a la internacional del aborto, la Planned Parenthood.
Entendemos en que consiste el engaño asesino que expresa “si son hombres que se callen la boca”. Y consiste en esto: en querer no solo silenciar a quienes defendemos la vida esgrimiendo todo tipo de construcciones falaces, sino, lo peor y más horrible, en silenciar con la muerte a los seres humanos que aún no han nacido.
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