Mientras Martha subía las escaleras un recuerdo le desgarraba el alma, recordaba que a la sombra de la noche había sido atacada y ultrajada por un perverso hombre, que después de arrancarle la ropa le había obligado a tener los más feos arrebatos y placeres. Estaba allí, en la Hacienda para recuperar su honra y su nombre, pero escondía su secreto, cuyo recuerdo le rasgaba el alma. ¿Quién era ese hombre cuyo rostro no vio, pero que le robó la vida y la honra? Acariciaba el deseo de que casarse con el Hacendado, el dueño de ese lugar, cambiaría su vida y su destino. Sofocada por su peso, mientras subía esas prolongadas escaleras se acercaba al portón donde ella pensaba le aguardaba otro destino y un cambio fundamental en su vida.
Entrando en la Hacienda, una enorme construcción llena de arcos, en cuyo patio habitaba un enorme jardín lleno de flores y árboles frutales, mientras los pajarillos dormidos en sus nidos aguardaban la luz del amanecer, la sombra de Martha y ella misma lo cruzaban velozmente y con la esperanza en el pecho. Conquistar al dueño de ese lugar, a pesar de que ella no le quería, sería el cambio deseado en su vida llena de inestabilidad emocional y financiera.
Sólo le preocupaba la influencia de Silueta, la hija del dueño, la niña que era la mujer central en la Hacienda, querida por la mayoría pero odiada por algunos que querían su desaparición para poderse adueñar de la fortuna de su padre. Ella misma, la sentía como una rival a la que había que disminuir si quería tener su propósito.
Hace tiempo, Valentín, el Presidente Municipal, un habitante que gustaba cantar en los prostíbulos locales, corrupto, simplón, mezquino, pretendía a Silueta, porque deseaba ser el heredero de esa fastuosa Hacienda. Pensaba que casándose con Silueta podría ser el amo del lugar. Por eso la acosaba, la pretendía, a pesar de que Silueta tenía un amor legítimo por un verdadero hombre preparado, que le aguardaba en la Ciudad. Martha sabía que si Valentín se casaba con Silueta, una parte grande del pastel quedaría para ella, tenía dos caminos. Enamorar al Hacendado o ser en secreto la aman.te del presidente Municipal. Tendría que ocultar su deshonra, sepultar el secreto de que había sido atacada a la sombra de la noche por ese ser malvado que aún no identificaba quién era.
Había llegado a su habitación y se preparaba para dormir, cuando sonaron Mariachis.
GBN
Responder
|