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A veces me siento agotada, mi vida pasa tan rápido que no me da tiempo de tomar un breve descanso. Voy cómo en un tren bala, de una estación a otra, sin parar. He llegado a creer que todo es un sueño y que voy a despertar. Parece que vivo mil vidas en una sola y eso me cansa, créame. El Psiquiatra me escuchaba con atención, mientras me observaba. Hacía anotaciones en mi expediente e indicaba el tratamiento a seguir. Martha, ayúdame a ayudarte por favor. Debes aceptar que hay cosas que no puedes cambiar, no está en tu control. Las decisiones de los otros, no son tus decisiones, eso no depende de ti. El médico tenía razón, había desperdiciado una gran parte de mi vida, buscando la aceptación de los demás. Me esforzaba mucho en agradar a los otros, aún a costa de mí propio sacrificio. Vamos , que me había ganado yo con eso? El detonante de una enfermedad psiquiátrica, que a su vez me había llevado a casi treinta internamientos, un consumo diario y considerable de píldoras, crisis trás crisis. Eso no era vida, para nada. Salí del consultorio, no deseaba hablar con nadie, quería estar sola conmigo misma, unos minutos. Me senté en una banca de concreto en el jardín y lloré amargamente.
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