Esa es la cuestión principal, de la que dependen no sólo mi voluntad y mi derecho de ser, que no se imponen a tu existencia ni la limitan en modo alguno. De ella se sigue que seré, y que tu cruzada para impedirlo es estéril, además de grosera, ofensiva y anacrónica. Sería un excelente ejercicio probar a examinar las razones y los argumentos que te asisten para afirmar que no soy, o que soy un capricho, una enfermedad, una desviación o una anomalía que debe corregirse y desaparecer; desde antiguo, muchos de los que se empeñan en expedir certificados de aberración al prójimo acaban mostrando, en cuanto se rasca un poco bajo su cáscara, que tienen algo descompuesto dentro de sí, algo de lo que hay que huir tratando de descomponer a otro. |