Con la inseguridad, a veces mejoran las relaciones entre vecinos.
Por ejemplo, hace algunos años, si unas niñas que viven al lado subían a la azotea a jugar, ya noche, me llegaba a incomodar, porque me despertaban sus gritos. De eso no pasaba, y siempre conservé buena relación con la familia. Pero ahora, que ya suben menos, hasta las he extrañado, porque por la soledad, una vez creí sorprender a un ladrón, que huyó al encender yo unas luces, y cuando esas vecinas suben ya tarde a jugar se siente uno seguro, porque si alguien intenta robar, se la piensan más al ver movimiento.
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