La perseverancia y la paciencia, son virtudes no características en mí. O mejor dicho, no lo eran, las he ido aprendiendo conforme he tenido ciertas experiencias. Dicen que la paciencia solo la aprendes cuando te enfrentas a lo que más temes, a lo que más te disgusta o te molesta y te sobrepones. Y la perseverancia es el no cejar en tu empeño de lograr algo, así que, para conseguir mi objetivo, tuve que ser perseverante y para no desfallecer ante las negativas, paciente.
Aunque en realidad, en esto que voy a comentar, no fueron tan necesarias dichas virtudes, pues, quizá no estabas tan reticente como parecía, o quizá fui muy persuasivo. Tal vez querías probar cosas nuevas y me viste tan seguro de lo que te dije que aceptaste.
Recuerdo que lo platicamos alguna vez, me dijiste que nunca lo habías intentado y que no sabías si resultaría agradable. Yo supongo que más que pensar en ti, estabas pensando en que si a mí me resultaría agradable. La verdad, es que no siempre lo es, puesto que cada persona es diferente, incluso debido a lo que comemos y bebemos, nos da esa característica distinta a cada uno. Pero en realidad yo quería probar, en el sentido estricto de la palabra.
- Pero… no se si me sienta cómoda… - Dijiste.
- Te entiendo. Por lo general, cuando desconocemos algo, tendemos a evitarlo, mas te puedo asegurar que si resulta desagradable para ti, me detengo. Lo que menos deseo es que te sientas mal por cualquier cosa que yo haga, al contrario, lo que más anhelo es que te disfrutes con cada diferente experiencia que vivamos.
- Pues, no se… No será algo desagradable para ti?
- Créeme que si lo fuera, no te lo pediría. Además, sé que si logro que te sientas bien con ello, te preguntarás por qué no lo habías permitido antes.
- Está bien. Solo te pido un favor. Tenme paciencia…
- Por supuesto…
Paciencia… nuevamente paciencia…
No quise decirte más, pues temía que te fueras a incomodar con todo lo que yo había imaginado para cuando estuviésemos así. Sin embargo no podía evitar imaginármelo una vez mas, sobretodo a partir de aquella primera noche que pasamos juntos, cuando finalmente pude apreciar tu cuerpo des.nudo, en todo su esplendor, con todos sus defectos, con todas sus bondades, con todas las cicatrices que dejan los años al pasar, pero que también dejan enseñanzas que se reflejan en la forma de besar, de acariciar, de permitir sentir y de interactuar en esos momentos en que dos personas se funden en una sola para el placer de ambas. Ya conocía un poco más de ti, de tus partes sensibles, de las que no te gustaba que tocara, de los sonidos que emitías, de tu tacto y tus reacciones al sentir el mío, de tu forma de llegar al lugar tan deseado y la forma en que lo expresabas, gimiendo, apretando la quijada, cerrando los ojos, clavando tus uñas en mí, comprimiéndome dentro tuyo, pidiéndome mas, más, más, más… y ampliando todas esas acciones al decir “sí!!!, sí!!!, sí!!!, síiiiiiiiii!!!!!!”, que se tornaba en una sonrisa al ir relajando la quijada, respirando más profundamente, soltando mi piel, apretándome de a menos y abriendo los ojos para mostrarme la satisfacción que de ellos emanaba. Ahora ya lo conocía…
Todo aquello me hizo imaginarte de otra manera, con tus mismas reacciones, pero provocadas desde otro ángulo, otra perspectiva, otra forma diferente, pero tan placentera como las que habíamos hecho. Cuando me quitaste la toalla ese día, en tu postura hincada de frente a mí, desde arriba pude apreciar tu contorno y fue instantáneo el deseo que sentí de poseerte de esa manera, pero con el sentido del gusto. Te imaginé, más que solo hincada, con las manos también en la cama, con tu espalda arqueada y cabeza levantada. Yo detrás de ti, admirándote, contemplando lo que estaría por disfrutar. No podía, como no puedo ahorita, dejar de respirar aceleradamente, ahora por recordarlo, antes por imaginarlo. Tu grupa es casi perfecta, redonda, levantada, enmarcada por tu cintura y se antojaba para ser montada, pero no, quería saborearla. Y así lo hice...
Me acerqué primero para sentir con mis manos, suavemente… la redondez y firmeza de tus nalgas me incitaban. Con mis mejillas rocé esa parte de tu cuerpo, para ir acostumbrándome al tacto y al aroma, tanto a un lado, como al otro. Tus reacciones, al menos las que podía percibir desde donde estaba, eran como las había supuesto. Y como no queriendo, mis dedos te rozaban lentamente, casi de manera imperceptible, mientras mis labios recorrían las partes que antes tocaron mis manos, y que ahora preparaban a tu interior para recibir mi boca.
No podía estar en dos lugares a la vez, pero de haber sido posible, habría estado en algún lugar de la habitación para ver tus expresiones, como iban cambiando a medida que iba pasando de un punto a otro, del uso de mis manos, a mis mejillas y luego a mis labios. No podía, pero me habría encantado hacerlo. Finalmente, mi boca llegó al lugar anhelado, a ese donde mi cuerpo ya había explorado, pero no probado, no saboreado, y ahora lo estaba haciendo, muy lentamente, aprendiendo el sabor de la mezcla entre mi saliva y tu humedad. Mis cinco sentido estaban ocupados en ello: obviamente el gusto, saboreando y a la vez, con la punta de la lengua, sintiendo como eras por dentro; el olfato, que pudo haber sido el que me instigara a desistir, pero no fue así; la vista, que tenía como perspectiva tus nalgas y tu s.exo cuando me alejaba un poco solo, tan solo para apreciarte; y el tacto con tu piel, en mi cara, en mis mejillas, mis manos en ti; y mi oído, que se estaba complaciendo con escucharte gemir, con oírte casi gritar, alimentándose de tus sonidos y alimentando a mi ego, pues también eso quería escuchar y más cuando dijiste, cuando me pediste que siguiera con lo que estaba haciendo, que no parara, que te estaba gustando…
- Te gusta en verdad? – Pregunté.
- Sí. Mucho – Dijiste esto volteando tu cara un momento, con la mirada algo vidriosa y una sonrisa que no había visto antes.
- Entonces, déjame seguir.
- Por favor. Y ya no te detengas… Tenías razón, no sabía de lo que me había perdido…
Y con una sonrisa de satisfacción por saber que estaba cumpliendo con mi cometido, seguí…
Hasta que sentí un leve escurrimiento en mi boca, mientras te escuchaba decir…
- Sí!!!, sí!!!, sí!!! Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!
Y cuando sucedió…
Fue mejor de lo que me había imaginado…
Responder
|