EL MUNDO Y LA PAZ CON JUAN PABLO SEGUNDO
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UAN PABLO II ¡MAGNO!
01.04.2005
Juan Pablo II Magno.
En la historia de los Papas hay quienes destacan por encima de los demás, no sólo por su vida heroica, sino porque además han sido protagonistas en acontecimientos de suma importancia y trascendencia para la historia de la Iglesia y del mundo.
Los Papas de los tres primeros siglos, son considerados casi todos como santos porque lo fueron o murieron mártires. Desde el siglo IV hasta el siglo XVII, entre muchos grandes, sobresalen especialmente estos: san Dámaso, a fines del siglo IV, san León, el primero de los Papas que lleva el sobrenombre de “Magno” (440-461), san Gregorio I, el segundo con el adjetivo (590-604), y el tercero con este apelativo es san Nicolás I (858-867).
Otros que también son “Magnos”, aunque no se les reconoce comúnmente, son: Silvestre II (999-1003), Gregorio VII (1073-1085), Inocencio III, que llena los primeros años del siglo XIII, Bonifacio VIII (1294-1303), Pío II (1458-1464), Paulo III (1534-1549) y san Pío V (1566-1572).
En los siglos XVII y XVIII se registran algunos Papas estimables pero no grandes. Durante esos dos siglos la Iglesia pasó por un período de sobrecarga de circunstancias adversas que la debilitaron, y no logró salir bien librada del impulso destructivo y secularizador de la primera ilustración y se acomplejó ante los embates de una cultura que excluía absurdamente la religión y menospreciaba la fe.
Ante la revolución del siglo XIX, la Iglesia tomó una actitud puramente defensiva. El único Papa que sobresale por su personalidad luchadora, pero acosado por todas partes, es Pío IX.
Desde el último cuarto del siglo XIX, hasta la fecha, tenemos una serie de grandes Papas, empezando con León XIII hasta Juan Pablo II. Cada uno en su estilo, cada uno con sus virtudes, sus logros y sus limitaciones.
Son varios los biógrafos de Juan Pablo II que, al considerar como resalta su figura, opinan que es uno de los más grandes en toda la historia.
Yo soy consciente de mi falta de conocimientos históricos profundos, y por lo mismo, mi falta de autoridad para poder probar que el Papa Juan Pablo II debe denominársele “Magno”.
Lo que sí quiero, es dar a conocer mi apreciación de este Papa. Sé que mi apreciación es subjetiva, sincera si, pero subjetiva. Creo también que existen razones objetivas, claras, grandes y fuertes.
No pretendo forzar la convicción de nadie, simplemente ejerzo mi derecho a exponer mis razones, no sólo por simpatía y aprecio, sino como hijo de la Iglesia con el don del sacerdocio, quiero con esto agradecer a Dios que nos haya regalado a este Sumo Pontífice tan singular y extraordinario.
Estoy cierto, porque lo he podido comprobar de muchas maneras, que el Papa tiene muchos enemigos dentro y fuera de la Iglesia; y no podía ser de otra manera, siendo quien es. Ellos tienen animadversión a casi todo lo que ha realizado Juan Pablo II porque creen que no ha estado a la altura de sus actitudes intelectuales y progresistas.
Se le acusa también de autoritario, centralista, misógino, retrogrado y polaco cerrado... La persecución, la calumnia y la incomprensión son parte del programa, ya que siempre han sido así, especialmente con quienes son más fieles al Evangelio.
Dejemos que la historia y el Señor de la historia den su juicio sobre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto de todo lo que se dice y seguirá diciendo.
Vayamos a los hechos: La tarde de aquel lunes 16 de octubre de 1978, un poco antes de las 6, se cerraba la cuarta votación del día con un total de 94 votos a favor del cardenal polaco Karol Wotyla, sólo faltaron 17 para la unanimidad. Salió humo blanco por la famosa chimenea y el entusiasmo de Roma y del mundo se desbordó: teníamos un nuevo Papa.
Cuando desde la Logia de san Pedro se dio la noticia oficial por el cardenal Pericle Felici, causó desconcierto momentáneo, por lo raro del nombre, desconocido por la mayoría.
Al aparecer en el balcón, surgió el delirio de las gentes que llenaban la Plaza de San Pedro. No sólo dio la bendición triple, “Urbi et Orbi”, como lo marca el protocolo, sino que lo rompió al dirigir su primer mensaje de presentación, en el cual resaltaron, en ese momento y para toda la historia, estas palabras: “No tengáis miedo”.
Esto vino a romper el desconcierto y a crear una fervorosa acogida. Surgió una corriente de ida y vuelta que ha perdurado, porque este Papa es el primer comunicador excelente entre todos los Papas y el máximo comunicador en el siglo de las comunicaciones.
Ese: “No tengáis miedo”, no sólo fue una exclamación oportuna y feliz, no, en esos momentos el miedo era el común denominador de todo lo que pasaba en la Iglesia y en el mundo; y ha sido la tónica de todo su pontificado.
Recibió una Iglesia desorientada, angustiada, arrasada; y le ha devuelto la fe en ella misma, le ha aclarado el horizonte y le ha dado seguridad. Estaba sufriendo las consecuencias de la crisis más grave de toda su historia; crisis generada por la modernidad negativa y secularizante y la fuerza demoledora de las revoluciones y las guerras del siglo XX.
Vino a restaurarlo todo en Cristo, he aquí algunos hechos:
Juan Pablo II vino a cerrar el ciclo de la reconciliación de la Iglesia con la ciencia y la cultura; ciclo que se había abierto genialmente con León XIII, después de dos siglos de pugnas estériles y de diatribas obtusas.
Había mucha nebulosidad y desorientación por las relecturas de la Sagrada Escritura que la vaciaban de su contenido de fe, aclaró la niebla y la orientó con precisión.
La moral naufragaba angustiada en un océa.no de permisividad y cobardía. La sacó a flote.
Frenó, con guante de seda pero con mano de hierro, el descarrilamiento de la duda sistemática sobre el valor de los dogmas y el desprecio de la tradición como fuente de fe. En toda la historia del marxismo-leninismo, nunca había estado tan arrogante, prepotente y amenazante, como en esos años, y estaba utilizando a la Iglesia como cabeza de puente.
Dos pontífices le habían hecho frente al marxismo-leninismo (Pío XI y Pío XII), y se creció demasiado durante los pontificados de Juan XXIII y Paulo VI.
A Juan Pablo II no le tembló la voz ni la mano para declarar a este monstruo de 7 cabezas nada menos que como pecado contra el Espíritu Santo, o sea imperdonable.
Apoyó y alentó la resistencia de su patria Polonia, viniendo a ser un factor decisivo en el hundimiento del Comunismo.
Todos le vimos enfrentarse a cuerpo limpio a los esbirros ridículos y grotescos del Marxismo-Leninismo en Nicaragua, aquel aciago marzo de 1983; y fuimos testigos de los dos golpes certeros que le dio a la teología de la liberación de corte marxista (1984-1986).
(Segunda de tres partes)
En el artículo anterior se hace mención de algunos hechos que hacen de Juan Pablo II un Papa singular.
Quiero fijar la atención sobre las estadísticas, y aunque nunca revelan lo esencial de la vida de una persona, las referentes al pontificado de este Papa son especialmente sugerentes. Desde aquel 16 de octubre de 1978 hasta enero de este año 2005, han transcurrido 26 años con tres meses. Sólo otros 7 papas en la historia de la Iglesia, han tenido un pontificado más largo. En este tiempo, ha realizado 104 viajes apostólicos a más de 160 países, 46 visitas a distintos lugares de Italia. Como Obispo de Roma, ha visitado 317 parroquias, de las 333 que tiene su diócesis. Ha recorrido 1,593,860 kilómetros, un poco más de tres veces la distancia de la tierra a la luna.
La obra escrita de su magisterio incluye: 14 encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 44 cartas apostólicas. Ha publicado 5 libros: “Cruzando el umbral de la esperanza” (Octubre de 1994), “Don y misterio” (Noviembre de 1996), “Tríptico romano” (Meditaciones en forma de poesía, marzo de 2003), “Levantaos, vamos” (Mayo 2004), “Memoria e identidad” (Por publicarse en marzo de este año).
En 147 ceremonias ha celebrado el llamado a la santidad, beatificando a 1338 hombres y mujeres y ha presidido 51 canonizaciones, declarando 482 santos. Ha realizado 9 consistorios creando 231 cardenales y uno “in pectore”, es decir que no ha dado a conocer. Ha presidido 6 reuniones plenarias del Colegio Cardenalicio. Ha convocado 15 asambleas sinodales de obispos: 6 ordinarias (80, 83, 87, 90, 94, 01), una extraordinaria (85) y 8 especiales (80, 91, 94, 95, 97, 98 [2], 99), 1160 audiencias de los miércoles, teniendo comunicación directa con 17 millones 900 mil peregrinos.
Durante los 903 días de peregrinaje fuera de Roma, ha pronunciado 4030 mensajes y homilías ante más de 200 millones de personas, en directo o a través de los medios de comunicación. Sólo durante el Año Santo 2000, en las audiencias a los distintos grupos de peregrinos, se contabilizaron 8 millones 400 mil.
Suponiendo un promedio de 5 audiencias privadas por día, el total de estos encuentros, más las entrevistas personales con los obispos con alguna misión especial, con los primeros ministros y jefes de estado, y otras personalidades, ascienden a más de 20 mil, cifra en la que no se incluyen las diarias conversaciones con invitados durante las comidas y cenas en los aposentos papales o durante sus peregrinaciones al extranjero.
Ningún otro ser humano en la historia del mundo se ha dirigido públicamente a tantas personas, en tantos y diversos contextos culturales.
Desde 1979 hasta enero del 2005, ha nombrado 2 mil 860 obispos, de los aproximadamente 4 mil 600 que hay en la Iglesia católica.
Gracias a su acción pastoral y política, ha logrado establecer relaciones diplomáticas con 70 países, que antes de él, no tenían relaciones con la Santa Sede.
Estas cifras son el signo claro de un hombre dotado con dones singulares. No hay uno sólo de sus colaboradores que no reconozca la energía espiritual que irradia el Papa.
Bien dijo de él Vitorino Messori, periodista italiano, al considerar la figura encorbada del Papa: “Es un espíritu extraordinario arrastrando a un cuerpo desgastado por el servicio”.
Al margen de las estadísticas, el pontificado de Juan Pablo II, hasta el presente, ha sido una admirable historia de logros que conformarán la vida de la Iglesia católica en el tercer milenio de la historia del Cristianismo.
El método de gobierno del Papa, lo describe así el Cardenal eslovaco Josef Tomko, uno de los colaboradores del Papa, desde el inicio de su pontificado, y de los más próximos a él: “Muestra un profundo respeto por las personas. Es paciente; según la situación, aguarda hasta que llegue el momento oportuno, para evitar que nadie se sienta ofendido. Cuando otorga responsabilidades a un departamento, una congregación o un individuo, deja que cumplan con su trabajo. Esto no significa que su carácter sea débil. Confía en sus colaboradores y no es, en absoluto, una persona angustiada. Nunca teme tomar una decisión o esperar si considera que la situación no ha madurado todavía. Es un buen director, ya que establece prioridades y las cumple”.
Su liderazgo y su modo de gobernar a la Iglesia está basado en una profunda convicción teológica.
(Tercera de tres partes)
Valorar un pontificado antes de que haya concluido resulta, además de riesgoso, muy difícil. No obstante, valorar el pontificado de Juan Pablo II, es asumir el riesgo con un gran margen de seguridad, porque todos los aspectos son variaciones sobre el mismo tema.
El tema central es el humanismo cristiano. Lo anunció al recibir el cargo y lo plasmó en su encíclica inaugural de 1979 Redemptor Hominis (Cristo Redentor del hombre). Para el Papa este tema constituye la respuesta de la Iglesia a la crisis de civilización que sufre el mundo de fines del siglo XX y principios del XXI.
El primer paso que dio el Papa fue renovar el mismo papado, para pasar de un milenio a otro volviendo a las raíces evangélicas del oficio de Pedro. Con esto, el Papa ya no es tanto el jefe ejecutivo de la Iglesia, sino el Pastor, el Evangelista y el Testigo de la fe. Rompió con el modelo papal que heredó. Resulta difícil imaginar que un pontificado del siglo XXI retroceda y vuelva a practicar, deliberadamente, un pontificado burocrático. Con esta renovación ha recuperado la primacía evangélica del oficio de Pedro en los albores de la Iglesia.
Esta renovación no es tanto efecto de la recia personalidad de un hombre, audazmente innovador, sino la exigencia del rico legado del Concilio Vaticano II. De esta manera la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, se va adaptando a la modernidad y va desarrollando el sentido teológico de su misión específica en y para el mundo.
Los textos conciliares más citados por las enseñanzas de Juan Pablo II, se encuentran en las secciones 22 y 24 de la Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno). En la sección 22, los padres conciliares señalan que, en Jesús se revela el rostro del verdadero Dios que le da sentido a la existencia humana. En la sección 24 añaden que el sentido de la vida del hombre está en el amor y no en el egoísmo.
El amor es la vida interior del Dios Trino, y vivir en el amor es vivir en comunión con Dios, que es el fin último del hombre. Cristo, Redentor del hombre, es el que revela la verdad fundamental sobre la condición humana y su destino final. El hombre es libre, sólo cuando ama con el amor auténtico que viene de Dios.
Estas verdades son el eje del humanismo cristiano, que promueve el Vaticano II, de las que el Papa sacó el dinamismo agresivo contra el totalitarismo marxista-leninista, que esclavizó a tantos millones durante casi tres cuartas partes de siglo, hasta lograr demolerlo.
Ha buscado también la unidad de todos los cristianos, mediante un ecumenismo basado en la comunión de la verdad, y desde este mismo principio, ha promovido el diálogo de la Iglesia con el judaísmo y con las otras religiones del mundo.
Gracias a la iniciativa y a la perseverancia del Papa, en este inicio de milenio, los católicos y los judíos se hallan en el umbral de un nuevo diálogo teológico con características sin precedentes, en casi 2 mil años. Esta es la respuesta del Papa a la doctrina del documento conciliar Nostra aetate (nuestro tiempo), sobre el diálogo con los no cristianos.
Juan Pablo II, ante el Islam y la violencia sectaria que se promueve en varias naciones, ha reiterado que la libertad religiosa es la fuente y la salvaguardia de los derechos humanos. La doctrina y el testimonio del Papa han influenciado a millones de vidas humanas y les ha ayudado a vivir de acuerdo con el reto lanzado al mundo cuando fue elegido: “NO TENGAN MIEDO”. Muchos pensaron que ese grito había sido un signo de frágil entusiasmo y débil romanticismo, pero el tiempo se ha encargado de mostrar cuál era la verdadera razón. Ha paseado por el mundo su actitud de valentía, poniendo su seguridad en Dios, y junto, con cambiar el rumbo de muchas vidas, ha cambiado el mismo rumbo de la historia.
Los más de 26 años del pontificado de Juan Pablo II los podemos reducir a estos pasos principales: La renovación del papado, la puesta en práctica, en su totalidad, de la doctrina emanada del Concilio Vaticano II, el desplome del comunismo, la claridad de los retos morales a los que se enfrenta la libertad humana, la impronta del ecumenismo en el corazón del catolicismo, el nuevo diálogo con el judaísmo, la redefinición del diálogo inter-religioso y la inspiración personal que ha cambiado muchas vidas.
Apoyados en todo esto, podemos afirmar que el pontificado de Juan Pablo II, ha sido el más consecuente, desde la reforma del S. XVI. El Papa, con la puesta en marcha recia de la doctrina del Vaticano II, ha definido la relación de la Iglesia con el mundo del futuro, sea cual sea la característica que pueda tener.
Sin quitar mérito alguno a los sumos pontífices grandes que ha tenido la historia de la Iglesia, me atrevo a concluir que Juan Pablo II tiene muchas y felices realizaciones y logros maravillosos para ser llamado “Magno”. Sin cerrar los ojos a sus limitaciones ya sus fallas que debe tener, pues aún es homo viator (hombre que está en camino) y no llega aún a la Patria sempiterna.
BIOGRAFÍA DE JUAN PABLO II
Fuente: CEM
Nació el 18 de Mayo de 1920 en Wadowice, sur de Polonia. Su familia estaba conformada por su padre Karol Wojtyla, un militar del ejército austro-húngaro, su mama, Emilia Kaczorowsky, una joven sileciana de origen lituano, y un hermano adolescente de nombre Edmund.
Los padres de Karol Józef Wojtyla lo bautizaron a los pocos días de nacer en la Iglesia de Santa María de Wadowice. A los 9 años de edad recibió un duro golpe: el fallecimiento de su mama al dar a luz a una niña que murió antes de nacer. Años más tarde falleció su hermano y en 1941 murió su padre.
De joven, el futuro Pontífice mostró una gran inquietud por el teatro y las artes literarias polacas. Tanto, que aún en el colegio pensaba seriamente en la posibilidad de continuar estudios de filología y lingüística polaca, pero un encuentro con el Cardenal Sapieha durante una visita pastoral, le hizo considerar seriamente la posibilidad de seguir la vocación que tenía impresa -entonces aún sin develarse plenamente- en el corazón: el sacerdocio.
Al desatarse la segunda guerra mundial los alemanes cerraron todas las Universidades de Polonia con el objetivo de invadir no sólo el territorio sino también la cultura polaca. Frente a esta situación Karol Wojtyla con un grupo de jóvenes organizaron una Universidad clandestina en donde estudió filosofía, idiomas y literatura. Poco antes de decidir su ingreso al seminario, el joven Karol tuvo que trabajar arduamente como obrero en una cantera. Según relató el mismo Pontífice, esta experiencia le ayudó a conocer de cerca el cansancio físico, así como la sencillez, sensatez y fervor religioso de los trabajadores y los pobres.
En 1942 ingresó al Departamento teológico de la Universidad Jaguelloniana. Durante estos años tuvo que vivir oculto, junto con otros seminaristas, quienes fueron acogidos por el Cardenal de Cracovia.
El 1 de Noviembre de 1946, a la edad de 26 años, Karol Wojtyla fue ordenado sacerdote en el Seminario Mayor de Cracovia y celebró su primera Misa en la Cripta de San Leonardo en la Catedral de Wavel. Al poco tiempo obtuvo la licenciatura de Teología en la Universidad Pontificia de Roma Angelicum y más adelante se doctoró en Filosofía. Durante algún tiempo se desempeñó como profesor de ética en la Universidad Católica de Dublin y en la Universidad Estatal de Cracovia, donde interactuó con importantes representantes del pensamiento católico polaco, especialmente de la vertiente conocida como "tomismo lublinense".
El 23 de Setiembre de 1958 fue consagrado Obispo Auxiliar del Administrador Apostólico de Cracovia, Monseñor Baziak, convirtiéndose en el miembro más joven del Episcopado Polaco. Participó en el Concilio Vaticano II, donde participó activamente, especialmente en las comisiones responsables de elaborar la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium y la Constitución conciliar Gaudium et Spes. Durante estos años, el entonces Obispo Wojtyla combinaba la producción teológica con una intensa labor apostólica, especialmente con los jóvenes, con quienes compartía tanto momentos de reflexión y oración como espacios de distracción y aventura al aire libre.
El 13 de Enero de 1964 falleció Monseñor Baziak por lo que Mons. Wojtyla ocupa la sede de Cracovia como titular. Dos años después, el Papa Pablo VI convierte a Cracovia en Arquidiócesis. Durante su labor como Arzobispo, el futuro Papa se caracterizó por la integración de los laicos en las tareas pastorales, la promoción del apostolado juvenil y vocacional, la construcción de templos a pesar de la fuerte oposición del régimen comunista, la promoción humana y formación religiosa de los obreros y el aliento del pensamiento y las publicaciones católicas.
En Mayo de 1967, a los 47 años de edad, el Arzobispo Wojtyla fue creado Cardenal por el Papa Pablo VI. En 1974 el nuevo Cardenal ordenó a 43 nuevos sacerdotes, en la ordenación sacerdotal más numerosa desde que terminó la Segunda Guerra Mundial.
En 1978 muere el Papa Pablo VI y es elegido nuevo Papa el Cardenal Albino Luciani de 65 años quien tomó el nombre de Juan Pablo I. El "Papa de la Sonrisa", sin embargo, fallece a los 33 días de su nombramiento. El 16 de octubre de 1978, luego de un nuevo cónclave, el Cardenal polaco Karol Wojtyla es elegido como el sucesor de San Pedro, rompiendo con la tradición de más de 400 años de elegir Papas de origen italiano. El 22 de Octubre de 1978 fue investido como Sumo Pontífice asumiendo el nombre de Juan Pablo II.
VISITAS DEL SUMO PONTÍFICE A MÉXICO
MÉXICO SIEMPRE FIEL
El Papa Juan Pablo II ha visitado México en cinco ocasiones. La primera vez, en 1979, fue su primer viaje pastoral.
MÉXICO SIEMPRE FIELEl Papa Juan Pablo II ha visitado México en cinco ocasiones. La primera vez, en 1979, fue su primer viaje pastoral.
PRIMERA
26 al 31 de enero de 1979
Vino a inaugurar las actividades de la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.
Además visitó la Ciudad de México, en donde conoció la imagen de la Virgen de Guadalupe; en aquella ocasión estuvo también en Gudalajara, Oaxaca y una escala técnica en Monterrey.
SEGUNDA
6 al 13 de mayo de 1990
Visitó la ciudad de México, Chalco (Estado de México), Veracruz, Aguascalientes, San Juan de los Lagos (Jalisco), Durango, Chihuahua, Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa y Zacatecas.
Proclamó las beatificaciones de Juan Diego, los tres mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio y Juan, y del sacerdote José María de Yermo y Parres
TERCERA
11 y 12 de agosto de 1993
Un año después de promulgada la ley de asociaciones religiosas y culto público, en la que se establece una mayor apertura a las denominaciones religiosas.
Sólo estuvo en Mérida, Yucatán.
CUARTA
22 al 26 de enero de 1999
Viaje pastoral a la ciudad de México por la celebración de la fase conclusiva de la Asamblea Episcopal por el Sínodo de América. Tuvo encuentros multitudinarios con los En el D. F., le fueron entregadas las llaves de la ciudad.
QUINTO
30 julio a 1º de agosto de 2002
Estuvo el en D.F. El acto principal fue la canonización de Juan Diego. Presidió la beatificación de los mártires de Oaxaca, Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles.
SUS FRASES:
* ¡México Siempre Fiel!
* México, México Lindo, Dios te bendiga.
* Aunque sea en silla de ruedas o en camilla, pero yo voy a México”
§ “Me voy pero no me voy, me voy pero no me ausento, pues aunque me voy, de corazón me quedo” (al concluir su quinta visita a México, en el 2002).
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