Es una tarde fría y lluviosa. Nada como un chocolate ca.liente, la ocasión lo amerita. Había estado con mi hermana, tenía mucho que no la veía, y me enteré que estaba enferma. Me miró a los ojos y me dijo: "Ay hermanita, has sufrido mucho. A veces me pregunto por qué has sufrido tanto". Sus palabras me desarmaron momentáneamente, pero recuperé la postura. "Sabés que yo no me siento así -le dije- he tomado buenas y malas decisiones, que finalmente son el resultado de mis "sufrimientos" aprendí a ver de frente a la vida, sin miedo y sin temblor. No me siento desgraciada, si no más bien afortunada y bendecida". Me marché de allí, no necesitaba lamentos, y arrepentimientos ajenos, de lo que es y había Sido mi vida. Al final de cuentas era yo, y me sentía muy feliz por ello. A pesar de todo, amaba mis cicatrices, cada una de ellas. Me amaba, si, me amaba con todo el corazón.
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