La s*xual siempre ha existido. Lo que ha cambiado no es que crezca o disminuya sino que la sociedad en general se ha vuelto más tolerante y ha entendido mejor su existencia. Ha dado marcha atrás no sólo a la penalización, sino que ha integrado los problemas de un mundo intolerante a las legislaciones.
Lo mismo sucede con el aborto. Cada vez más el público va aceptando el criterio de la ciencia y entendiendo que los embriones no son seres humanos, por lo que el dilema ético del aborto se resuelve a favor de la LIBRE decisión de la mujer a tenerlos o no. Para que se den cuenta como en estos temas avanza un pensamiento más abierto, les traigo un artículo de los que se leen todos los días en una prensa más abierta y avanzada. Por cierto Nashieli Ramírez fue mi compañera de escuela y compañera de viaje y miltancia en la preparatoria. Nuestra generación fue mucho muy abierta en estos temas. Mudochi piensa en el ambiente de los 50 y de las Poquianchis.
El derecho a decidir
Ivonne Melgar
16/02/2013 01:02
El derecho a decidir
Para mis feministas favoritas: Candelaria Navas, Gilda Melgar, Nashieli Ramírez,Adriana Segovia.
El derecho a ser elegidas y el derecho a elegir son dos reivindicaciones políticas indispensables para una democracia respirable.
Se trata de dos garantías incumplidas y sin las cuales la igualdad para las mujeres se queda en el discurso: acceder con equidad al ejercicio del poder y a la representación popular, y decidir libremente sobre su maternidad.
En escenarios distintos, ambas banderas de la lucha feminista alcanzaron esta semana reconocimiento y un grado de consenso inédito.
Ambos hechos ocurrieron al mismo tiempo este jueves 14 de febrero: la entrega del Premio de Equidad de Género a la Red de Mujeres en Plural y el voto unánime en la Cámara de Diputados para relanzar la planificación familiar, con énfasis en la prevención del embarazo adolescente.
En el primer caso, la Fundación Miguel Alemán reconoció a destacadas feministas que lograron la sentencia del Tribunal Electoral, la cual obligó a todos los partidos a cumplir con la cuota de 40% de mujeres en sus candidaturas, un compromiso que la ley marcaba, pero que las dirigencias incumplían.
Ahora que el Congreso cuenta con más mujeres que nunca en la historia —las senadoras y las diputadas representan 33% y 38 %, respectivamente— podemos dimensionar que las protagonistas de esa batalla lograron una de las transformaciones más relevantes para nuestra democracia política.
En una acción audaz y temeraria, porque significa confrontarse con las cúpulas partidistas, María de los Ángeles Moreno, Martha Tagle, Silvia Hernández, Clara Scherer, María de las Nieves García, Laura Cerna, María Elena Chapa, entre otras, firmaron la demanda que dio paso a la emblemática sentencia 12624.
Otras se añadieron a la presión política: Patricia Mercado, Ruth Zavaleta; la entonces directora del Instituto Nacional de las Mujeres, Rocío García Gaytán, Pilar Ortega y doña María Elena Álvarez, pionera de la visión de género en Acción Nacional cuando en ese partido el tema era subversivo.
En el proceso resultó clave la magistrada María del Carmen Alanís, quien asumió la defensa del reclamo.
Por supuesto que como todas las acciones afirmativas, la cuota de género deberá ser una norma temporal. Pero por ahora es indispensable para erradicar el agravio que representaron las tristemente célebres Juanitas, las diputadas de fachada que los partidos postularon como titulares, a sabiendas de que su lugar sería para otro.
El ex consejero electoral Sergio García Ramírez habló de la necesidad de incorporar la sentencia a la ley. La recomendación es pertinente porque fue el IFE el que abrió la puerta al incumplimiento, bajo el pretexto de que si los candidatos se determinaban democráticamente, la cuota podía evadirse.
La sentencia marcó un ya basta a la simulación, en un momento en que la equidad avanza entre los jóvenes, como lo confirma la paridad observada en la Cámara entre los diputados que nacieron a partir de los años ochentas.
Y acaso esa composición más pareja entre hombres y mujeres en el Congreso explique en parte el otro logro, el de haber reconocido, sin un solo voto en contra, que el desarrollo social debe tener como componente obligatorio del Estado el impulso de la planificación familiar, entendida como el acceso universal a los servicios de salud reproductiva y, por lo tanto, a los métodos anticonceptivos.
Sin duda sensibilizados por el drama de Dafne, la niña mama de Jalisco, los diputados hablaron descarnadamente del problema de salud pública que representa hoy en México el embarazo precoz. Y se pronunciaron por una política pública de planificación que dé prioridad a la prevención de la maternidad adolescente.
La presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez, Verónica Juárez Piña, en representación del PRD, ofreció cifras escalofriantes: en 2011, 11 mil 512 niñas entre 10 y 14 años se convirtieron en madres, y de esta cifra 318 tenían 10 años.
Basta revisar los posicionamientos que los partidos hicieron para respaldar la modificación legislativa que obligará al Estado a ofrecer servicios de salud reproductiva, para advertir que por primera vez en la historia parlamentaria el tema no generó crispación.
Por el contrario, en representación de sus fuerzas políticas, los diputados Fernando Charleston (PRI), Alejandra López Noriega (PAN), Bárbara Gabriela Romo (Verde), Zuleyma Huidobro (Movimiento Ciudadano), Arturo López Cándido (PT) y Cristina Olvera (Nueva Alianza), enviaron un mensaje claro a favor del derecho humano que millones de mujeres desconocen: elegir libremente el ejercicio de su maternidad.
Subrayado aparte merece el caso de Acción Nacional. Porque no hubo entre sus curules ninguna voz fundamentalista que opacara el consenso, rompiendo así una tradición que confundía la responsabilidad del Estado laico con los credos religiosos personales.
Aún cuando estos asuntos reseñados se dieron al margen de los acuerdos del Pacto por México —en el que por cierto no existe un solo compromiso de la agenda de género—, los dos merecen una valoración política de la feliz maduración de dos banderas feministas.
Celebremos entonces estos consensos, frutos de una siembra que ha sido difícil, incomprendida y, con excepción de este jueves, dolorosamente polarizante.
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