Las últimas semanas he tenido la gran fortuna de convivir con competidores de élite: Hérnan Crespo (más de 200 goles en Italia), Clarence Seedorf (cuatro veces ganador de la Champions League), y Jorge Campos (ganador del único título que tiene el futbol mexicano a nivel absoluto, la Copa Confederaciones). Además de su sabiduría futbolística, he encontrado una serie de características competitivas que les son comunes a estos atletas y que nos ofrecen un patrón de la estructura mental de la gente exitosa: estabilidad emocional, autocontención y claridad para analizar situaciones de presión. Mi amigo Leo Lavalle, tenista mexicano de época y finalista en Wimbledon, coincidía con la importancia de estas cualidades y las resumía como: el "happy medium", esa extraordinaria capacidad que tienen atletas como Roger Federer, Tiger Woods, o en su momento Ayrton Senna, para mantenerse estables mentalmente punto tras punto, partido a partido, golpe tras golpes, vuelta a vuelta, con independencia del resultado. La frase: "eres tan bueno o tan malo como tu último resultado" no sólo es inaplicable para Crespo, Seedorf, Campos, o Federer, sino que constituye una amenaza para su mentalidad competitiva. Hacer una fiesta el día que ganas un partido y entrar en una depresión cada vez que pierdes resulta nocivo en la vida del deportista de alto rendimiento porque le impide tener una visión clara del entorno en el que compite. "El mejor entrenador que he tenido en mi carrera es Carlo Ancelotti. Su gran virtud es que, gane o pierda, siempre es el mismo, no cambia, siempre te trata igual y eso te da estabilidad emocional aunque afuera del vestidor haya una tormenta eléctrica", me dijo Crespo hace algunos días. Jorge Campos coincide en el tema: "Una vez perdimos con Brasil cinco a cero, nos dieron un baile, pero lejos de reprimirnos, César Luis Menotti, nuestro entrenador, nos decía que no pasaba nada y que nosotros éramos los mejores". Y tras la caída de México ante Uruguay, confirmé la misma respuesta en Seedorf: "Hay que ser positivos, México está calificado. Debe olvidar rápido la derrota y enfocarse en el siguiente partido".
Me resulta muy interesante que Crespo y Seedorf sean más optimistas que muchos mexicanos sobre las posibilidades de la Selección Mexicana. Al fin y al cabo son grandes competidores, atletas que fueron capaces de remontar situaciones extremas y ganar títulos fuera de sus países. De Campos no me extraña, el tipo ha sido un triunfador toda su vida y jamás se da por vencido. Lo que me parece alarmante es la inmadurez emocional que priva en el entorno mexicano. Basta leer la prensa o escuchar a muchos comentaristas, para darnos cuenta de que hay quienes ya se rindieron antes de enfrentar a los argentinos, hay quienes ya entraron en una crisis depresiva tras la derrota ante Uruguay, y quienes son incapaces de recapitular la historia del equipo mexicano para darse cuenta de que la constante es la disparidad en su rendimiento. Hace cuatro años hicimos los mismos puntos luego de la Primera Fase, ganamos, empatanmos y perdimos, exactamente lo mismo ocurrió en USA 1994. Curiosamente, la percepción final de ambos Mundiales sobre el rendimiento de la Selección Mexicana fue buena.
Por eso te invito a que dejemos atrás la inestabilidad emocional que nos ha caracterizado durante tanto tiempo; la inmadurez que nos lleva a flagelarnos o a sentirnos benditos cada vez que disputamos una competencia. Esta bipolaridad es la maldición que nos impide ver con claridad quiénes somos y lo que podemos lograr.
Ganemos o perdamos el domingo ante Argentina, optemos por terminar con la era del miedo; con esos pensamientos que nos paralizan incluso antes de salir a jugar, con esa mentalidad pobre que provoca que nos sintamos menos que nuestro adversario. Si Argentina es tan buen equipo como lo dicen los nombres que integran su plantel y los resultados que ha obtuvo en la Primera Fase, que lo demuestren ante una Selección que debe partirse el alma y que debe salir a disfrutar. Como sucedía en aquella maravillosa película "For love of the Game", en la que Kevin Costner encarna a Billy Chapel, exitoso pitcher de los Tigres de Detroit: es momento de bloquear el entorno y escuchar solamente a tu corazón. Cuando Billy daba la orden: "Clear the mechanism", la presión, el ruido, la adversidad, desaparecían y sólo quedaban él y el juego. Es momento de que la Selección Mexicana se aísle del entorno, deje de escuchar las voces necias de la derrota y salga a disputar un nuevo partido. Hay quienes ya se rindieron, pero los incansables, los imprescindibles, lucharán hasta el final.
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