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Salí a caminar un poco. Durante la caminata recordé los acontecimientos de los últimos días.
El diablo solía hablarme al oído. Trataba por todos los medios de olvidar el pasado pero a mí mente venían todos esos recuerdos que me atormetaban.
No odiaba a nadie. Me dolía mucho lo que me habían dicho o hecho pero lo que más me destruía eran las palabras.
La lengua es una espada afilada que hiere o edifica. Si conocieras el poder de tus palabras, más te valdría quedarte callado.
No había sido la mejor persona, lo sé. Herí a muchos con mis acciones y con mis palabras y eso les dio a muchos el valor para utilizarme como un bote de basura y lo que es peor lo permití.
Creí de mí tantas cosas que eso empeoró el proceso.
Ahora puedo decir que estoy más abierta, mucho más dispuesta a escuchar al otro, sin creer todo lo que me dicen por supuesto.
La última vez que hablé con mí hermana la mayor fue hace poco más de un año.
Recuerdo que me marcó tarde para decirme que era una basura, alguien que sólo les hacia daño y no hacía más que ponerlos en vergüenza con todo mí caos. Recuerdo que acaba de salir del hospital donde había permanecido dos meses.
Le dije: esta bien. Colgué y respete su decisión, no volví a hablar con ella, ni con mi cuñado ni mis sobrinos. Me alejé de ellos por completo.
Me juzga por mí trastorno, y está bien. Me duele pero no puedo hacer nada. No tengo control sobre eso.
Einsten citó: es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
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