Él decía que un hombre realmente macho no permitiría que su esposa se confesara, porque sería casi como ponerle los cuernos:
Cita:
Los pobres de espíritu, que conscientemente, de una menera sumisa, de una manera degradante, consienten que sus esposas, que las mujeres más queridas, que todas aquellas personas que se relacionan con sus sentimientos más íntimos, vayan a vaciar en los oídos crapulosos de aquellos hombres tan funestos como degradados todo lo que se desarrolla en el hogar, todos esos secretos que no deben salir del hogar... Cada mujer que se confiesa es una adúltera y cada marido que lo permite es un alcahuete y consentidor de tales prácticas inmorales.
La Cristiada: El conflicto entre la iglesia y el Estado
Escrito por Jean A. Meyer
Vosotros, favoritas del sultán, que habéis arrojado vuestras panderetas a los pies de vuestro señor y traspuesto las murallas del serrallo, no tenéis derecho ahora a pasar por vírgenes inmaculadas.