El viernes a las tres de la mañana me puse mal. El jueves por la tarde, lloré un poco, por una situacion que se había presentado el miércoles. Efraim me apoyó mucho y me abrazó mientras lloraba. En la noche no podía conciliar el sueño y el episodio detonó a las tres. Me levanté empapada de sudor frío, casi no podía respirar y ese miedo sin límites estaba ahí de nuevo. Desperté a Efraim, asustada. Fue un viernes difícil, puesto que el malestar no paró hasta las ocho de la noche del mismo viernes. Náuseas, vómito, percepción de olores extraños, miedo, parestesias en ambos brazos y piernas. Esto me mantuvo en cama todo el día, prácticamente. Estuve llorando mucho, recuerdo que le decía a Efraim "No valgo nada, soy una basura, no sirvo, no funcionó, de qué te sirve una mujer enferma cómo yo, quiero que ésto pare ya, que se detenga, ya no quiero sentir" Efraim se sentó en la cama, me arropó bien, estaba helada. Me tomó de las manos y me dijo: "Vales mucho, Marthita. Creelo. Eres una mujer maravillosa, sabes tantas cosas, estás manos son tan útiles, eres activa, cuidas bien del hogar, nunca hablas mal de nadie. Tienes un corazón hermoso, me has perdonado tantas cosas, eres muy noble. Te amo mucho. Esfuérzate y se valiente" Las palabras de Efraim me ayudaron considerablemente, me levanté a las ocho e hise de cenar.
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