Y me fuí sin mirar atrás. Desaparecí por completo, nadie supo a dónde iba. Tomé mis maletas, abordé un taxi rumbo a una nueva vida. Recuerdo que hacía frío, era de noche y llovía. El camino era largo, no hablé nada con el chófer, pero él me veía por el retrovisor, yo estaba llorando, lloraba con mucho dolor. Me sentía cansada, harta, deprimida, destruída, rota, completamente rota. Solo quedaban pedazos de mí. Mientras escribo estas líneas, no puedo contener el llanto. Por fin había llegado a mi destino. El chófer me ayudó a bajar, me ofreció una sonrisa noble, nunca la olvidaré. Cuando bajaba las maletas, la voz de una niña, me hizo recordar la ternura pérdida. "Creíamos que ya no ibas a venir" Me sonreía y me abrazó con cariño. Mientras caminabamos, ella me platicaba de un dibujo que había hecho, de su mascota, de una muñeca que le habían comprado. "Mi abuelita, ya te arregló la cama, yo le ayude". Dentro de mí deseaba, que esa niña que llevaba mi sangre, nunca viviera lo que yo viví, que no conociera la maldad que yo había visto. Cuando entré, mí tía me recibió con una sonrisa. "Martha, estás bien?". "Estaré bien" Le respondí. En mí habitación miro por la ventana, tanta vegetación. Estoy deprimida, pero también estoy tranquila. La vida que me hería, las personas que me lastimaban, habían quedado atrás. No sabían dónde estaba, ni a dónde había ido. Sin previo aviso, desaparecí por completo. Así se hacían las cosas... Decir que vas a la panadería y nunca volver. El destino tiene un nuevo camino frente a mí, seguiré por el, sin miedo.
Responder
|