Se puede llamar cascajo al desbarajuste en que habitamos hoy en día, si aceptamos nuestra capacidad vindicativa de renacimiento –no de resurrección- en las peores circunstancias, afirmando que no hay manera de detener la transformación permanente de las cosas, de la materia otra vez, de la realidad, de nuestra identidad como manifestaciones de una auténtica y propositiva inestabilidad, no la del momento, no la de la emergencia y el olvido.
Una reflexión de la necesidad de olvidar, no solamente de recordar, de la memoria que a veces necia impone responsabilidades nefastas sobre sociedades enteras. Conllevando a una ruina el orden de respuestas gubernametales que se vuelven afectaciones estetizadas –ni siquiera acaban de ser formalmente consecuentes con el orden que refieren- ni de integrar una mirada crítica, justamente sobre una sociedad que no fue capaz de sostener su empoderamiento y resistencia ante la reinante corrupción y la inercia de quienes siguen ostentado el poder –del partido político que gustes- poco escrupulosos y mezquinos: una Ruina.

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