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Ellen White o los plagios adventistas
Los fanáticos de cualquier idea, sea esta política, religiosa o de cualquier otro caracter, parecen perder cualquier rasgo de ética cuando de defender su creencia se trata. Y eso sucede aunque en otros aspectos su vida sea verdaderamente ejemplar.
Ellen White, lider espiritual religioso para muchos adventistas no escapa de esto. Su propio hijo Willie reconoció estar al corriente de los plagios de su mama escribiendo a un amigo estas palabras:"En los primeros días del trabajo, mi mama estaba totalmente dedicada a la selección de escritos de otros autores, para separar las piedras preciosas de la verdad de la basura del errror. Todos la hemos visto realizando esto, y aunque ella me lo contó, me advirtió no decirselo a nadie."
Su secretaria Fanny Bolton y otras personas realacionadas con la señora White, como el Doctor Kellog, tuvieron grandes problemas de conciencia al verse obligadas a obrar contra sus principios.
Dudley Marvin Canright (1840-1919), un ministro adventista que abandonó la iglesia para convertirse en un ministro baptista, mencionó de pasada los plagios de la señora White en un artículo escrito en 1887. Dedicó a los plagios tres párrafos de su libro de 1889, Seventh-Day Adventism Renounced, y un capítulo de su Life of Mrs. White: Her Fake Claims Refuted (1919). Como siempre, los líderes de la iglesia hicieron todo lo que estuvo en su mano para arruinar la reputación de Canright y para mantener sus revelaciones alejadas de los fieles.
En 1907, las mentiras de White eran secretos conocidos únicamente por los principales cargos de la iglesia. Lo que más enfureció a Kellogg y a Sadler, así como a otros líderes adventistas, como Alonzo T. Jones, fue que la señora White nunca tuvo el valor de admitir sus plagios.
Comportamientos como el leninista "Es ético lo que beneficia a la causa" pueden resultar beneficiosos cuando la masa permanece ignorante, o incluso cuando se inculca a sus seguidores que mentir puede ser beneficioso como cuando San Agustín dice "En cualquiera de sus sentidos, nuestra ficción no es ya una mentira, sino expresión de la verdad."
Eso permite apropiarse de obras y merecimientos ajenos con el mayor impudor y los teólogos buscan todo tipo de situaciones reales o ficticias para justificar la mentira. Un casuista católico escribe "No miento si teniendo setenta respondo a la pregunta de si tengo siete afirmativamente".
Muchos líderes políticos y religiosos parecen obrar siguiendo el pensamiento del obispo Sinesio: "El pueblo quiere que se le engañe y no se puede obrar de otro modo. Los antiguos sacerdotes de los egipcios obraban siempre de este modo, y a causa de ello se encerraban en los templos y fabricaban a su gusto los misterios, Si el pueblo hubiese estado en el secreto hubiérase enfadada al ver que le engañaban, pero ¿cómo obrar de otro modo con él, puesto que es pueblo, es decir, siempre y en todas partes una masa ignorante, fanática y tanto mas contenta y adicta cuantos mas milagros, engaños y mentiras se le ofrecen? (Sinesio, "Correspondencia")
Asi se apropian del trabajo y fama ajenos sin la menor repugnancia.
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