El humilde origen del Dios de Israel
y la brumosa historia de una alianza sagrada
En su monumental reconstrucción histórica de la vida colectiva del antiguo pueblo de Israel, el arqueólogo Israel Finkelstein y el historiador Neil A. Silberman comienzan declarando que "es la historia de un Dios que elige una nación; de la eterna promesa divina de tierra, prosperidad y engrandecimiento" (La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, Siglo XXI, 2001). Sin embargo, esa sentencia sería más realista si se escribe así: es la historia de un Dios inventado, al que se le encomienda la tarea legendaria de proteger a sus inventores, constituidos en sus fieles adoradores
Ellos lo saben muy bien, pues también nos dicen que "el mundo donde se creó la Biblia no era un territorio mítico de grandes ciudades y héroes santos sino un reino minúsculo y terrenal, en el que la gente luchaba por su futuro enfrentándose al miedo, tan sumamente humano, a la guerra, la pobreza, la injusticia, la enfermedad, la hambruna y la sequía. La epopeya histórica contenida en la Biblia —desde el encuentro de Abraham con Dios y su marcha a Canaán hasta la liberación de la esclavitud de los hijos de Israel por Moisés y el auge y la caída de los reinos de Israel y Judá— no fue una revelación milagrosa sino un magnífico producto de la imaginación humana" o, como debería reconocerse, una creación humana y nada más.
Finkelstein y Silberman afirman que, según dan a entender los hallazgos arqueológicos, [la Biblia] comenzó a concebirse hace unos 26 siglos, en un período de dos o tres generaciones [...]. Hacia el final del siglo VIII a. C, durante unas pocas décadas extraordinarias de ebullición espiritual y agitación política, un grupo inverosímil de funcionarios de la corte, escribas, sacerdotes, campesinos y profetas judaístas se unió para crear un movimiento nuevo, cuyo núcleo fueron unos escritos sagrados dotados de un genio literario y espiritual sin parangón, un relato épico entretejido a partir de un conjunto asombrosamente rico de escritos históricos, memorias, leyendas, cuentos populares, anécdotas, propaganda monárquica, profecía y poesía antigua. Aquella obra maestra de la literatura —en parte, una composición original y, en parte también, una adaptación de versiones y fuentes anteriores— sería objeto de un nuevo trabajo de edición y elaboración hasta convertirse en ancla espiritual no sólo de los descendientes del pueblo de Judá, sino también de comunidades extendidas por todo el mundo
Proximamente trataremos de la composición del Génesis y sus diversos autores.
Saludos
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