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Las creencias religiosas

MensajePublicado: Feb 21 2014    Título: Las creencias religiosas
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Las creencias religiosas

Examinemos, para empezar, las creencias religiosas. Para la mentalidad corriente en nuestro mundo cultural (formada en el curso de la larga historia del cristianismo y de la todavía más larga del racionalismo que juntas han hecho prevalecer el aspecto doctrinal de la religión sobre los restantes, rituales y normativos, entre otros), la religión es, ante todo, una cuestión de creencias. Ello es cierto si se toma el término «creencias» en un sentido mucho más amplio que aquel que se le atri­buye comúnmente. Si se efectúan ciertos ritos es porque se cree que deben efectuarse, y por lo mismo se respetan las prohibiciones, etc. Pero las creencias religiosas, en sentido estricto, definibles como artículos de fe, no tienen la misma importancia en todas las religiones: hoy día, por ejemplo, se sabe que las respuestas solicitadas por los etnólogos de la vieja escuela, fuesen creyentes o intelectualistas («¿crees en Dios?, ¿crees en un alma inmortal?, ¿cómo es la vida del más allá?», etc.), apenas tienen valor; son preguntas éstas que muchos pueblos, incluso pertenecientes a civilizaciones superiores, no se plantean o no se planteaban jamás. Sin embargo, en todas las religiones existen creencias. Pero he aquí una constatación harto evidente y, no obstante, de graves consecuencias para el estudio de las religiones: la «creen­cia» y el hecho de «creer», no pertenecen exclusivamente a la esfera de la experiencia religiosa; «creemos» también, continuamente, en cosas a las que nadie atribuiría una significación religiosa. ¿Qué es, pues, lo que distingue la creencia religiosa de la creencia profana?
Descartemos, en primer lugar, la hipótesis según la cual sólo se trataría, como suele ocurrir a menudo, de un término único con dos acepciones distintas, sólo unidas por una vaga analogía. Si bien es verdad que el vocablo «creer» tiene muchos significados específicos y que se podría establecer una compleja fenomenología de las diversas creencias en general, no parece que sus fronteras semánticas coincidan con aquellas que separan lo «sagrado» de lo «profano». Uno puede, por ejemplo, «creer» una cosa sin imaginar que pueda existir alternativa (así, por ejemplo, caminamos «creyendo» que el suelo soporta nuestro peso, sin siquiera pensar que pueda ceder, posibilidad que, no obstante, no puede descartarse absolutamente: igual sucede, en el terreno religioso, con toda creencia «ingenua» y no sólo «primitiva»). Uno puede, en cambio, creer sabiendo que hay alternativa (así, en el terreno profano, uno puede creer en la inocencia de un acusado sin ignorar que otros lo tienen por culpable; en el terreno religioso, cada uno cree en su propia religión aun conociendo la existencia de otras); en este último caso, el hecho de creer puede revestir un matiz más o menos consciente y voluntarista: se posee entonces «la fe» (igual que en el plano de lo profano uno cree hallarse del lado de la razón en una opción política, en una hipótesis científica, en una discusión, etc.). De otra índole son todavía las creencias —mezcladas de esperanza y temor— respecto al porvenir; pero éstas existen tanto en la más banal esfera profana (cuando creo, por ejemplo, que mañana hará buen día) como en las más importantes experiencias religiosas (espera mesiánica, creencias escatológicas).
¿Qué es, pues, aquello que distingue la creencia reli­giosa de la profana? Tampoco la naturaleza de su objeto parece bastar para distinguirlas; puede, en efecto, creerse de un modo profano en la existencia de Dios y en la inmortalidad del alma (por ejemplo, apoyándose en razo­namientos filosóficos). La mejor manera de abordar el problema tal vez consista en analizar algunos tipos de creencias religiosas, no sobre un plano abstracto, sino en sus respectivos contextos culturales.

(Tomado del prólogo del tomo I de Historia de las Religiones de Henri Ch. Puech)

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título: Las creencias religiosas-2
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Los seres sobrehumanos

No nos será posible extendernos aquí sobre los deta­lles de cada religión y tendremos que limitarnos a pro­ceder por tipos y categorías. Recordemos, en primer lugar, que una vasta categoría de creencias religiosas es aquella concerniente a los seres que, a falta de un tér­mino más exacto, denominaríamos «sobrehumanos» (aun­que el hombre cree a veces poderlos dominar: el término no es, pues, del todo apropiado, pero es más conveniente que el de «sobrenatural», ya que este último presupone un concepto positivista de «naturaleza» extraño a la ma­yoría de las civilizaciones no occidentales). Ahora bien, en la enorme, en la ilimitada masa de seres sobrehuma­nos conocidos como pertenecientes a las innumerables religiones del mundo, pueden distinguirse —sin dema­siada abstracción (cierto grado de abstracción es, ya se sabe, la condición de todo avance científico)— diferentes «tipos» fundamentales, que se conectan, como sólo la historia de las religiones puede demostrar, con diferen­tes tipos de religión y con diferentes tipos de civilización.
Con toda probabilidad, uno de los tipos más antiguos de dichos seres «sobrehumanos», genéticamente ligado a las formas de vida de una humanidad cuyos únicos re­cursos son la caza y la recolección (es decir, una huma­nidad que no produce sus medios de subsistencia, sino que se contenta con apropiarse de lo que halla a su alre­dedor), sea el del «señor de los animales», término desde ahora convencional respecto del cual conviene precisar que dichos seres pueden ser de s*xo femenino, «señora de los animales», e incluso pueden presentarse bajo la forma de una pluralidad de seres morfológicamente aná­logos («espíritus» o «demonios» del bosque, «señores» de especies animales o de selvas concretas; entre los pueblos pescadores esos seres reinan a veces sobre los animales marinos). Para caracterizar someramente este tipo de seres sobrehumanos, diremos que, en principio, moran en los espacios inhabitados, los cuales se oponen, por un lado, a los campos o a los pueblos donde todo está gobernado y protegido por las reglas humanas de la vida en sociedad, pero que, por otro lado, constituyen el mundo donde los cazadores y recolectores están obli­gados a procurarse sus medios de subsistencia. La fun­ción más manifiesta del ser en cuestión es la de conceder o negar la caza al cazador; está en su poder el escon­dérsela, condenando a padecer hambre al grupo humano, pero también puede conducir al cazador hacia el éxito; entiéndase, poner a su disposición los medios mágicos
que asegurarán el feliz desenlace de una empresa para él de vital importancia. En tanto que representante de lo «no humano» (de lo «no habitado»), es monstruoso, y por sus estrechas relaciones con la caza, suele repre­sentarse a menudo bajo una apariencia parcialmente te-riomorfa. A primera vista podría pensarse —y esta expli­cación sobre el origen de las creencias en los seres sobre­humanos ha tenido sus seguidores desde G. B. Vico hasta L. Frobenius y A. E. Jensen, pasando por los hermanos Grimm, F. Max Müller y los materialistas del pasado siglo, evidentemente dentro de formas y a niveles de elaboración distintos— que seres tales son la proyección fantástica, la «personificación» poética o la expresión in­mediata de la experiencia del cazador primitivo, obligado en la selva a afrontar sin tregua riesgos imprevisibles, del cazador primitivo que presiente que el resultado de una empresa esencial para su existencia no depende tan sólo de él, sino también de oscuras fuerzas superiores a las suyas. Sin embargo, esta explicación resulta insuficiente, tanto desde el punto de vista teórico como a la luz de los hechos. Teóricamente, su punto débil está en que ve el fundamento de una idea religiosa en una actividad gratuita e irracional de la imaginación (la «personifica­ción»), lo cual no concuerda con la enorme seriedad que todas las civilizaciones ponen en las cosas de la religión. Uno tiene el derecho a preguntar cuál es la razón de esa «personificación»; son los propios hechos los que justifican esta pregunta y son ellos mismos los que res­ponden. El hombre puede establecer relaciones recípro­cas únicamente con un ser «personal». Y, en efecto, el grupo de cazadores tiende a establecer relaciones recí­procas con los seres del tipo del «señor de los animales», como lo demuestra, entre otras cosas, el difundido uso de presentarles una ofrenda tras una buena caza. Y ello no es todo: al «señor de los animales» se le atribuyen criterios precisos en el enjuiciamiento de las conductas humanas; de este modo, negará la caza a aquellos que han matado inútilmente (es decir, más de lo que necesi­taban para subvenir a las necesidades del grupo) o a aquellos que han violado ciertas normas sociales. Me­diante estas creencias, el grupo humano adquiere la cer­tidumbre de que, actuando según la voluntad del «señor de los animales» (es decir, en último análisis, conforme a los intereses vitales del grupo), obtendrá la satisfacción de sus necesidades. Con otras palabras, la creencia en el «señor de los animales», lejos de ser un producto gra­tuito de la imaginación, sirve a un determinado tipo de sociedad, puesto que, gracias a unas relaciones personales con aquel de quien depende la propia existencia de la sociedad (y poco importa el que, para quienes no parti­cipan de tal creencia, se trate de una mera ilusión), per­mite un control sobre algo que de otro modo escaparía a toda influencia humana; puesto que, aunque el cazador preparase las más eficaces trampas y armas, aunque si­guiese infatigablemente las huellas de su presa, aunque tuviese a su disposición todos los medios técnicos que sugiere la experiencia, no por ello dejaría de encontrarse siempre, inevitablemente, frente a elementos imprevisi­bles susceptibles de convertir en vano su esfuerzo. Sus relaciones con los seres del tipo del «señor de los ani­males», reguladas por normas inviolables, le sirven para controlar dichos elementos.

(Obra citada)

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título:

No manches y tu hablabas de mensajes cortos!!??
De leer tu mensaje... mejor me pongo a trabajar!!! jajajaja
Cuéntame en resumen qué propones?

Na te creas, en un rato que tenga chance lo leo y platicamos.

Saludos.

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título:
Incredulo | | Invitado

¿Acaso no sabes el dicho "Haz lo que yo digo y no hagas lo que yo hago"? laugh.gif

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título:
Incredulo | | Invitado

Además creo que dije que era demasiado para mi, no para otros. En mi biblioteca hay alguna de aquellas obras por entregas, interminables, que eran el placer de mis abuelos.

Saludos

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título:
Llalla | Mensajes: 5126 | Super Usuario Super Usuario

En mi humilde opinión... creo que también para mí... es mucho!
Todo lo que se refiere a religión y creencias, igual que en un sin fin de temas, pues el ser humano es inmensamente rico, hablando de pensamiento, es cuestión de elección!

Todos elegimos... en este caso... lo hacemos sobre creer o no creer!!!

Sr. Incrédulo... mis respetos! No cabe duda: "más sabe el diablo por viejo... que por diablo"

Gracias por ilustrarme!

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MensajePublicado: Feb 21 2014    Título:
Incredulo | | Invitado

Hola Llalla
Gracias a ti, por tus amable palabras.

Saludos

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MensajePublicado: Feb 24 2014    Título:
Llalla | Mensajes: 5126 | Super Usuario Super Usuario

Leí una frase de Mario Benedetti, que me recordó este post....
"Yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda"

Saludos

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MensajePublicado: Feb 24 2014    Título:
Incredulo | | Invitado

Otra frase famosa dice que dios prefiere a los ateos antes que los creyentes porque somos "la leal oposición"
laugh.gif

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MensajePublicado: Feb 24 2014    Título:
Llalla | Mensajes: 5126 | Super Usuario Super Usuario

Muy buena Sr. Incrédulo.... me arrancó una sonrisa!

Linda tarde!

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