La adrenalina es una sustancia química producida naturalmente por nuestro cuerpo cuando se encuentra en situaciones de peligro, de alerta o ansiedad. Genera reacciones involuntarias en nosotros como, dilatación de pupilas, respiración entrecortada y aceleración de los latidos del corazón. Nunca como antes corrió adrenalina por todo mi cuerpo esa noche.
Era tu cumpleaños, tal como hoy, y por más que hubiera querido convencerte de celebrarlo en un lugar más íntimo, tú no querrías pasarlo lejos de tu familia, así que sólo te lo comenté por no dejar de hacerlo, para ver si como dicen “si pega, qué bien; si no, despegado estaba”. Definitivamente fue una buena idea decírtelo, pues aunque tu respuesta fue la que me esperaba, lo que dijiste además me dejó completamente intrigado.
- Bien sabes que me gusta pasar mi cumpleaños con mi familia. - Fue tu contestación.
- Lo sé, pero quería ver si por esta ocasión nos podíamos salir del script. - Sin mucho convencimiento respondí, sino resignado.
- No. - Dijiste tajantemente. - Pero te tengo una forma para compensártelo.
- Ah sí? Cómo? - Pregunté curioso.
- Ya lo verás cuando pases por mí. Es una sorpresa. - Y al decir eso, solamente sonreías maliciosamente.
Afortunadamente para mí, siempre he sabido disimular bien la curiosidad y la ansiedad que me provoca no saber algo. Y pues como no me habría gustado arruinar la sorpresa, preferí esperar a la hora de salida.
Solamente yo sé todas las cosas que me pasaron por la cabeza durante el día. Me venían ideas a diestra y siniestra acerca de lo que sería esa dichosa sorpresa que me tenías preparada. Y era tu cumpleaños!!!, ja. Me decías que te gustaba de mí la forma que tenía de sorprenderte con detalles tan sencillos como llamarte a medianoche para preguntarte si me extrañabas y al contestarme que sí, decirte que no lo hicieras más, que ahí estaba afuera de tu casa para que me vieras. Sólo te daba risa y comentabas que ya estabas en pijama y medio dormida. No me importaba. Lo hacía por verte, por provocar esa sonrisa apenada cuando salías enfundada en una camiseta holgada, sin sostén debajo y con un pants entallado, ya sin maquillaje, la cara lavada, con la mirada un poco baja para que no te viera del todo. Me gustaba levantar tu cara, ver tus ojos y besarte sin decir nada. Luego te abrazaba, me despedía, volvía a juntar mis labios con los tuyos y te dejaba en tu puerta. Ahora serías tú quien me sorprendería con algo.
Obviamente con el horario de verano, la claridad dura más tiempo y eso es impedimento para realizar muchas cosas, pero en realidad no fue determinante. Pasé por ti a la hora de siempre, saliste con esas flores que te regalé en la mañana y con otros regalos que te hicieron en la oficina. Los acomodamos en el carro y emprendimos la marcha. Tan sólo esperaba a que estuviéramos en camino para hablar.
- Y cuál es la sorpresa? - Pregunté ansioso.
- Espera. Si las condiciones de tráfico lo permiten, te lo indicaré.
- No entiendo. - Y seguramente mi cara te decía que no tenía una pista porque soltaste una carcajada que me hizo sentir pena.
- No comas ansias, pues la que comerá soy yo. - De nuevo lo dijiste con esa malicia de la mañana.
Y me cae que no entendí. Ja.
Nos fuimos casi en silencio, porque la verdad, no me quitaba las ideas de la cabeza y no me atrevía a preguntar de nuevo, pues me dijiste claramente que algo tenía que ver con el tráfico y esa tarde-noche estaba un poco cargado. Casi al llegar a la zona donde vives me dijiste que me fuera hacia el parque antes de llegar a tu casa, por lo que tomé otra avenida menos concurrida que por donde veníamos.
- Ve un poco más despacio y maneja.
Sonabas muy decidida, así que simplemente hice lo que me pediste. Vi que tomaste tu bolsa y sacaste unos kleenex. Ingenuamente pensé que te sonarías la nariz o algo así, pero en lugar de eso, los pusiste sobre tus piernas, dejaste tu bolsa en el piso del coche y te acercaste a mí.
- Esto ya lo hemos hecho mientras estamos estacionados en el parque, pero ahora quiero cumplirte tu fantasía de hacerlo con el carro en marcha. - Hablaste y noté cierta lujuria en tus palabras.
- Ok. - Fue lo único que alcancé a decir.
La verdad, estaba totalmente sorprendido por lo que acababa de escuchar, pues de entre todas las cosas que imaginé, nunca me pasó por la cabeza, ni remotamente, que fuera eso lo que harías. Inmediatamente comenzó a correr la adrenalina por mi cuerpo, pues debía estar alerta, no solo a que alguien más pudiera vernos como en otras ocasiones, sino ahora tenía que cuidar que no chocáramos y permitirme sentir lo que ibas haciendo. Pude sentir, sin ver, cómo tus manos me acariciaban por encima del pantalón y cómo poco a poco me iba sintiendo incómodo por la erección que se iba dando. Mi respiración iba siendo más fuerte cada vez, mientras mi corazón latía con mayor intensidad. Como nunca antes venía observando los tres espejos retrovisores revisando que nadie se nos acercara en otro auto o que hubiera gente caminando por las aceras que pudieran ver lo que estaba sucediendo. Me pediste ayuda con el cierre del pantalón, así que como pude me desabroché y dejé abierto, pues cuando intenté liberar mi miembro me quitaste la mano diciendo “esto es mío”, mientras con tu mano derecha lo apretabas buscando sacarlo.
Pocas ocasiones recuerdo con tanta lucidez, haber tenido una erección tan fuerte como la que sentí al momento de que tu cabeza bajó a mis piernas para metértela a la boca. No pude evitar quitar la mirada de los retrovisores y del camino para voltear hacia abajo y ver que era realidad lo que estaba sintiendo en esos momentos. Yo debía seguir manejando, pero por un instante me perdí en la sensación de tus labios húmedos de tu propia saliva y de mi humedad natural sobre el glande y cómo los ibas bajando poco a poco para llenarte la boca con mi pe.ne, en tanto emitías ese sonido tan peculiar tuyo que me indicaba que lo disfrutabas como a un exquisito manjar.
- MMMMMMMMMMMM!!!
- Qué rico!!! - Fue lo único que el poco aliento que me dejaste, permitió decir.
- Te gusta? - Mencionaste, levantándote un poco para poder hablar.
- Sí, mucho. Sigue, por favor. - Lo dije rápido para que continuaras.
Dos veces estuve a punto de terminar, pero tuve que contenerme a causa de dos coches que nos alcanzaron debido a la baja velocidad a la que íbamos. Aparte, tenía que concentrarme en todo, no solo en la sensación que a pesar de ser placentera, no estaba exenta de esa alerta que sólo la adrenalina te hace sentir. Creo que también estabas comenzando a cansarte de la quijada, pero encontré la manera para finalmente darte a comer “ansias” (finalmente entendí la frase que dijiste en la mañana).
- No te detengas por favor. - Y mientras decía esto, comencé a moverme, tanto como podía, de arriba abajo, lo cual también me hacía pisar el acelerador más y luego menos conforme subía o bajaba, hasta que encontré el equilibrio perfecto para concentrarme en la sensación de tu boca en mi pe.ne, los gemidos de tu voz y el recorrido interior de fluidos previo al org(0)smo. Olvidé manejar, pero aferré mis manos al volante, veía al frente, pero no observaba. Mi cuerpo se tensó y mi corazón pareció dejar de bombear sangre para comenzar a bombear s***n en tu boca. Pocas eyaculaciones tan copiosas recuerdo haber tenido como esa, pero no dejaste escapar una sola gota y seguiste bebiendo de mí hasta que mi cuerpo dejó de moverse y ya no sentí ningún fluido por salir.
Te incorporaste, tomaste un kleenex, limpiaste mi pe.ne y con otro tu boca. Respiraste profundo y sonreíste.
- Te agradó la sorpresa?. - No dejaste de sonreír pues sabías que mi respuesta no era necesaria con palabras, pues mi cuerpo, mi cara y mi expresión no dejaban lugar a dudas.
- Por supuesto que sí. - Dije como pude, porque mi corazón volvió a bombear sangre de manera desesperada y apenas me estaba volviendo el alma al cuerpo.
Seguí manejando hacia tu casa y ya te esperaba tu familia con una fiesta en donde te dieron más regalos, abrazos y felicitaciones. Yo no podía ocultar mi cara de satisfacción, pues hasta me preguntaron por qué estaba tan contento. Sólo atiné a decir que porque te veía muy feliz.
- Y se supone que es tu cumpleaños, pero el regalo me lo diste tú a mí. - Te comenté en cuanto pude.
- No, mi mejor regalo me lo diste tú. - Dijiste sonriendo de nuevo.
- Ah sí? Y cuál fue? - Pregunté sin saber a qué te referías.
- Tu expresión de satisfacción por la sorpresa que te di. - Y me besaste.
Y era tu cumpleaños…
Tal como hoy.
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