No eras conmigo la misma que con los demás…
Nunca lo fuiste, sólo al principio, cuando cruzábamos únicamente el saludo.
Recuerdo perfectamente cuando nos conocimos…
Fue una mañana fría de invierno y más aún en esa oficina, puesto que el sol apenas llegaba al atardecer por estar orientada hacia el poniente. Mi cubículo se encontraba en el sótano, donde sí llegaba el sol de la mañana, pero aún así era frío el lugar en esas fechas. No recuerdo a que subí, pero aprovechando que por ahí andaba, nos presentaron:
- Les presento a la nueva integrante del equipo -.
Para serte sincero, me pareciste bastante regular, nada del otro mundo, alguien que podría calificarse como “estándar”.
- Mucho gusto, bienvenida - fue lo que alcancé a decir. Los demás dijeron cosas parecidas y a seguir trabajando.
No podía saber lo que sucedería meses después, porque ese día te vi con un traje sastre de un color que no me gustó, que te desfavorecía mucho, además de un abrigo que te cubría casi hasta las rodillas.
Como ya había dicho anteriormente, eres un tipo de mujer bastante seria. No te veía platicar con nadie, ni mucho menos reír, se notaba que ponías una especie de barrera entre tú y todos los demás, pero en especial con los hombres. A mí no me importaba en realidad, simplemente eras una compañera más de trabajo.
Y entonces el tiempo pasó…
No mucho, solo unos cuantos meses, los suficientes como para empezar a cambiar de tipo de ropa, usar algo mas ligero, pues el cambio de clima se nota demasiado en las habitaciones orientadas al oeste, como en la que tu estabas, el sol de la tarde quema y genera un ambiente somnoliento, pero a la vez también despierta otras cosas en el instinto humano que de alguna manera permanecen hibernando durante el invierno.
Esas cosas a las que me refiero, no fueron en ti, sino en mí.
Ni siquiera recuerdo como sucedió… solo se que un buen día de marzo me levanté de mi lugar y fui hacia donde el tuyo y te vi diferente a como te había visto los meses anteriores. Tu seriedad no había cambiado en lo absoluto, pero tu forma de vestir sí. No traías mas esos trajes sastre del principio, ya te habías dado cuenta del ambiente informal que privaba en la oficina, pero tampoco traías algo que cubriera de mas tu anatomía, fuera de una blusa ajustada, que dejaba ver la forma de tus senos, negra del tipo ombliguera, con franjas horizontales pequeñas, una permitía algo de semitransparencia y la siguiente era opaca, sucesivamente, de mangas cortas y cuello redondo; además de un pantalón blanco muy ajustado, tipo pesquero, con bolsas delanteras y laterales, mas no así traseras, lo cual me atrajo de manera casi instintiva la mirada a ese preciso punto, pues por primera vez pude observar la silueta de tu cuerpo y notar cuanto resaltaba la forma de tus glúteos…
De los zapatos… ni me acuerdo.
Y la verdad no fue porque no hubiera querido fijarme, sino porque debes haber sentido la lascivia en mi mirada, o al menos que te observaba, porque me volteaste a ver con esa forma que solo tú lo hacías. Siempre de forma amable, pero marcando tu límite entre el mundo y tú, al levantar y arquear esa ceja, al mas puro estilo de una mujer que inspira respeto, que dice más que mil palabras, como si te estuviera inquiriendo, como si estuvieras indagando en la mente de tu interlocutor para descifrar sus intenciones para contigo, o al menos así me sentí yo.
- ¿Te puedo servir en algo? - Me dijiste.
- Este… no gracias…- (ni siquiera tuve tiempo de imaginarme de cuantas formas me podrías servir por estar observándote, mejor dicho, admirándote) - Bueno… sí… me podrías dar el teléfono de…
- Con todo gusto - Tu siempre tan amable - ¿Algo más? -
- No, muchas gracias, es todo -. Y me retiré de ahí a seguir el camino a donde me dirigía.
Realmente no podía saber lo que hayas pensado al saber que te estuve observando, admirando, ya había corregido, ni siquiera si realmente te hayas dado cuenta de ello, pues tu forma de hablar conmigo no cambió en absoluto a como había sido hasta entonces. Amable, pero directa, cortés, pero enfática, no cortante, pero tampoco permisiva para entablar una conversación. Me parecías una persona muy seria, reservada, poco sociable, pero no tímida, dedicada a su trabajo y no a hacer amigos, responsable, educada, que solo hablaba para lo estrictamente necesario y siempre en relación a sus funciones. Mas todo esto era solo una parte de ti. Nunca me había preguntado que había más allá de lo que podía ver respecto a ti, no me interesaba. Hasta ese preciso día…
Me quedó marcado en la memoria…
Como pude, hice que no fuera notorio lo que me habías provocado. No tanto que lo fueran a advertir los demás, sino que tú lo supieras. No, no fue una simple erección, no. Ni siquiera tuve tiempo de que sucediera. A lo que me refiero es que no quería que se viera que habías causado en mí una impresión tan grande como la que sentí. ¿Una atracción física? Por supuesto, pero no simplemente. Fue algo más allá. Ni siquiera sé como explicarlo. Solamente quien lo ha vivido sabrá a lo que me refiero. Fue una especie de shock en mi cuerpo y en mi mente al notar “diferente” a la mujer con la que había intercambiado solo saludos, que la tenía en un concepto de “estándar”, por no decir “simple”, pero que le guardaba un profundo respeto por su forma de ser y que ahora, al verla con ropa mas ligera, que permitía recorrer su silueta, me había impactado por su sensualidad, por su figura, que gracias a esa blusa con un escote discreto, pero preciso, pude observar esos senos de tamaño suficiente para mí, ni muy grandes, ni muy pequeños, pero, a leguas, firmes y turgentes, con una forma semiredonda, pero apuntando al horizonte. Tu cintura marcaba un monte de Venus pequeño, pero no perfecto, más imperceptible al mirarte de frente, solo de perfil. Y precisamente de esa manera fue que noté lo que mas me atrajo, ese protuberante trasero que sin ser demasiado voluptuoso, sí denotaba una silueta bastante estilizada. Pero por si algo hacía falta para llamar mi atención, fue el tipo de pantalón que usabas, sin bolsas atrás, que permitía recorrer con la mirada, esas maravillosas nalgas que me imaginé acariciar y sentir la tela de tu pantalón por encima de ellas, pues era de un algodón bastante fresco, me imagino con licra en algún porcentaje y que ayudaba demasiado a darle forma a lo que se notaba bastante bien formado.
Esa mezcla de sensaciones fue lo que me dejó pasmado. Por un lado el respeto bien ganado por ti y por otra el deseo que también me despertaste, pues si antes simplemente me limitaba a saludarte, ahora me sería muy difícil hacer sólo esto, sin prodigarte una mirada furtiva, buscando apreciar tu cuerpo a través de tu ropa e imaginarme quien sabe cuantas cosas más. Fue una mezcla de admiración con intriga, por saber de que forma podría hacer para acercarme mas a ti, sin verme obvio. Fue un collage de emociones entre seguir como estaba o aventurarme a obtener lo que en ese momento comenzó a transformarse en fantasía. Una lucha intensa en mi interior, entre venerar lo que está por encima de uno como ser viviente o profanar mas allá del simple pensamiento la parte humana que no elevé a un altar cuando descubrí a la diosa que llevabas en ti.
Y después de ese día…
Seguías siendo conmigo, como eras con los demás…
Y yo traté de hacer lo mismo contigo, pero…
No por mucho tiempo…
Responder
|