Mi Guadalajara

Una historia de Guadalajara

Iliana Figueroa Mora


Fue a los 15 años, la primera vez que decidí entrar al Hospicio Cabañas y recorrerlo sola, sin ninguna guía que trabajará en ese lugar.


Recuerdo que estaba deprimida no se por que, pero lo estaba. Al ingresar a la capilla principal comencé sentir una sensación original, y tirada en las mesas de observación, recostada, pase horas analizando los murales.


Al poco tiempo me informaron que eran de Uno de los Muralistas más importantes de nuestro país, José Clemente Orozco, y que él pintor, mágicamente los realizó careciendo de un brazo, y no teniendo buena visibilidad. Al instante imaginé la escena, Orozco, trepado en el andamio, intenté imaginar que habrá pensado al pintar la cúpula principal de la capilla, con el tan mencionado Hombre de Fuego?, cómo lograr ese extraordinario efecto, en una superficie curva, con las deficiencias físicas que el maestro Orozco tenía?...


Que maravilla dominar así la composición geométrica en una pintura de esa magnitud, que lógicamente no lo sabía en aquel tiempo.


Quede perpleja ante tal obra en ese maravilloso espacio. Años después, ingrese a él para un concierto  maravilloso, recuerdo que fue en octubre, donde dicen, son las mejores lunas, y la luz de la luna, Raúl D Blassio, nos deleitaba con su piano en el patio posterior a la capilla.


Meses después me topo en la universidad, Facultad de Diseño, con que uno de mis maestros era el Nieto del Maestro Clemente Orozco, y mis nexos con el hospicio vuelve a surgir.


Después de los 20, he dejado de visitar este Monumento Patrimonio de la humanidad, como solía hacerlo, era el centro ideal para desahogar mis tremendas depresiones juveniles, o simplemente ir a sentarme a uno de sus exquisitos patios, o arrinconarme a dibujar en algun pasillo.


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