Algo sobre el Génesis
Durante siglos, los lectores de la Biblia dieron por supuesto que las Escrituras eran tanto una revelación divina como una historia exacta transmitida directamente por Dios a un gran número de sabios, profetas y sacerdotes israelitas. Las autoridades religiosas insrituidas, judías y cristianas, aceptaron como algo natural que los cinco libros de Moisés habían sido puestos por escrito por el propio Moisés poco antes de su muerte en el monte Nebo, según se cuenta en el libro del Deuteronomio. Los libros de Josué, Jueces y Samuel se consideraron documentos sagrados conservados en Silo por el venerable profeta Samuel; y los libros de los Reyes, el producto de la pluma del profeta Jeremías. De la misma manera, el rey David era, según se creía, el autor de los Salmos; y el rey Salomón, el autor de los Proverbios y el Cantar de los Cantares [...]. La fuerza de la lógica y la razón aplicada al texto de las Sagradas Escrituras dio pie a algunas preguntas inquietantes sobre la Habilidad histórica de la Biblia.
La famosa revelación hebrea y cristiana no dispone de verosimilitud como tal, pues sus referentes —orales y documentales— pertenecen, como indica Popper, al ámbito de lo infalsable, de lo cual puede decirse o negarse lo que se desee, pues está fuera del conocimiento (que sólo recae sobre lo que es putativamente corroborable, es decir, en primer lugar, lo no-sobrenatural y lo no-metafísico). El juego sucio de las Iglesias consiste en lanzar sus fantasías o engaños y, una vez han sido asimilados por la fe, atrincherarse detrás de ésta y desentenderse cínicamente de la verdad.
En primer lugar, la utilización característica de una terminología geográfica y unos símbolos religiosos, y el cometido desempeñado por las distintas tribus en las dos fuentes [yahvista (J) y elohísta (E)], convencieron a los estudiosos de que el texto J fue escrito en Jerusalén y representaba el punto de vista de la monarquía unificada del reino de Judá, probablemente en tiempos del rey Salomón (c. 973-930 a. C.) o poco después. De la misma manera, el texto E parecía haber sido escrito en el norte y representaba la perspectiva del reino de Israel y habría sido compuesto durante la existencia independiente de dicho reino (c. 930-720 a. C). El libro del Deuteronomio, con su mensaje y estilo propios, parecía un documento independiente: D. Y entre las secciones del Pentateuco que no podían adjudicarse a J, E o D, había un gran número de pasajes que trataban de asuntos rituales. Con el tiempo, acabaron considerándose parte de un largo tratado llamado P (en inglés, Priestly), especialmente interesado por la pureza, el culto y las leyes sacrificiales. En otras palabras, los estudiosos llegaron poco a poco a la conclusión de que los cinco primeros libros de la Biblia tal como ahora los conocemos eran el resultado de un complicado proceso editorial en el que las cuatro principales fuentes documentales —J, E, P y D— habían sido diestramente "combinadas" y enlazadas por escribas y compiladores o redactores cuyas huellas literarias (denominadas pasajes R por algunos estudiosos) consistían en frases de transición y excursos editoriales. La última de estas redacciones se llevó a cabo en el período posterior al exilio.
¡No nos imaginamos a Dios participando en estos refritos y cosidos, técnica a la que también se entregaron más adelante los redactores del Nuevo Testamento!
Tomado de G.Puente Ojea, "La Religión ¡Vaya timo!"
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