MAR
10
2017
Entre veras y bromas
Por Jaime García Elías opinion(0)informador.com.mx
“Vecindades catrinas”
De avalar el pleno del Congreso del Estado el juicio político promovido por los ayuntamientos de Zapopan y Guadalajara en contra del magistrado Alberto Barba Gómez y condenársele por las irregularidades de que se le acusa, es probable que puedan ponerse nombre y apellidos, ante la opinión pública, al villano de la película: un villano cuyas tropelías han consistido en propiciar, con la ley en la mano, el monstruoso crecimiento vertical que se observa principalmente en colonias históricamente “residenciales”, y en las que se ha vuelto sistemática la construcción de gigantescas torres habitacionales: “vecindades catrinas”, como las denominó el peculiar gracejo tapatío cuando se construyeron —bien hará medio siglo de ello— las primeras.
-II-
El asunto, sin embargo, no es tan simple como parecería a primera vista. Los atajos y veredas de la ley son infinitos. En el caso de las afirmativas fictas que han sido, en la práctica, la luz verde para que se perpetren descomunales edificaciones, en contravención de los reglamentos municipales, debe aceptarse que los magistrados —Barba Gómez y otros— que las han emitido, han interpretado la norma al pie de la letra.
La afirmativa ficta, por definición, es “una legislación normativa contemplada en algunos estados del país, consistente en que las solicitudes por escrito de los ciudadanos, empresas o entidades, dirigidas a la autoridad pública, si no se responden en los plazos que marca la ley o las disposiciones administrativas, se consideran aceptadas, manteniendo el comprobante o certificado del acuse de la petición realizada ante la autoridad correspondiente”.
-III-
Si no hubiera, en el caso de los constructores, la sospecha de que el afán por obtener el mayor lucro posible es, por encima del respeto al entorno ambiental y a la ley misma, su motivación suprema; si no hubiera indicios para sospechar que en todos los niveles de las administraciones municipales hay funcionarios proclives a la corrupción, podría pensarse que una sola persona —el magistrado de referencia, por ejemplo— urdió una trama para pasarse la ley por lo que eufemísticamente se conoce como “el arco del triunfo”. Pero como la ambición de los unos compite con la propensión de los otros a urdir chapuzas legaloides para burlar las normas, mientras eso los beneficie, es probable que en Guadalajara y anexas no estén dadas las condiciones para declarar —como en el cuento de Juan Rulfo en que misteriosamente se desaparecen las bolas del único billar del pueblo—, que “En este pueblo no hay ladrones”.
Marzo 10 2017 Por: Jaime García Elías
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